Por Adela Micha
Llegó el día. Todas juntas estamos con una sola bandera, sin partidos, ni un personaje central. Tapizamos las calles con más de una consigna, porque las violencias que nos atraviesan son muy diversas. Salimos juntas a tomar las avenidas, pero sin olvidar que otras no pueden hacerlo.
Salimos porque sabemos que el espacio que no se disputa, se monopoliza.
Salimos para recordarles que no cederemos ni un milímetro de lo ganado. Y que falta mucho. Salimos para arropar a las más jóvenes y decirles que esta lucha también es suya. Pero sobre todo, salimos juntas este 8M porque nos sobran razones.
Hombres, si ustedes tuvieran que iniciar su día pensando en qué usar para evitar que los toquen en el transporte público. O si tuvieran que enviar siempre su ubicación por cuestiones de seguridad. O si sintieran miedo de salir y no volver a casa. Si tuvieran que enfrentarse a un sistema judicial misógino al denunciar. Si fueran conscientes de que todavía nos faltan 300 años para alcanzar la plena igualdad de género. Y si pudieran sentir el dolor de cada una de las 3 mil 754 familias que perdieron a una mujer, víctima de homicidio doloso sólo en 2022. Entonces díganme si no estarían enojados. Si no les sobrarían razones para salir a protestar. Bueno, pues todo ese listado es una parte muy pequeña de cómo es ser mujer en México.
El 8M se ha convertido en una fecha emblemática. Y en tiempos de la Cuarta Transformación todavía más… El discurso que se acuña desde Palacio Nacional pretende crear la idea de que el feminismo es un enemigo. “Conservador”, es como el presidente López Obrador ha llamado al movimiento feminista. Pero no sólo es un asunto de palabras, la prueba fehaciente de que tenemos un Presidente misógino se puede palpar: el desmantelamiento de las estancias infantiles, el recorte de fondos a refugios para víctimas de violencia, la ausencia de políticas públicas en favor de los huérfanos por feminicidio. Y más recientemente las duras críticas y la desacreditación que ha hecho en contra de la ministra presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña.
En Palacio Nacional saben que los reclamos de las feministas son legítimos. Vivir una vida sin violencia debería ser el piso mínimo para el desarrollo de cualquier persona, pero en México pareciera que es un imposible. Y ante el reclamo, se amurallan. Las demandas de las mujeres chocan contra enormes vallas de tres metros que protegen a un Presidente que se rehúsa a mirar fuera de Palacio Nacional.
Pero las mujeres no descansamos, porque la lucha no es en vano.
El mismo movimiento de mujeres ha conseguido logros tan grandes como la despenalización de la interrupción del embarazo en once estados del país, la creación del Registro Público Nacional de Deudores Alimentarios, la Ley Ingrid en Ciudad de México, la Ley Ácida en Puebla, la Ley Olimpia, entre muchos otros.
A las más jóvenes quiero decirles que sí han cambiado cosas. Que en sus manos tienen todo para tejer un movimiento fuerte, que inicia desde las amigas que nos cuidan, las compañeras que se convierten en red de apoyo, las aliadas en todas partes del mundo que luchan día con día por vivir en un mundo sin violencia.
Ayer salimos a las calles porque nos sobran razones. Y aunque el reclamo choque contra un Palacio Nacional amurallado, sepan que los otros 364 días del año las mujeres seguiremos accionando, moviéndonos, forjando redes de cuidados, de apoyo, de sororidad, hasta que un día ya no tengamos razones para salir a protestar. Mientras tanto, nuestro silencio jamás volverán a tenerlo…
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