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Por Adela Navarro Bello

En Culiacán, Sinaloa, desfiló por las calles acompañado de elementos de la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano. En las imágenes que van con la información sobre su visita a ese conflictuado municipio, a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México, se le ve como un protagonista erguido. 

Hace un buen rato que no se veía a un secretario de Seguridad federal, desde el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa para ser exactos, cuando el encargado de esa área era el depuesto Genaro García Luna.

A ver, desde García Luna no ha habido secretario de Seguridad con mayor protagonismo que el actual. De hecho, en el sexenio de Enrique Peña Nieto esa secretaría fue eliminada y, seis años después, en  2018, el entonces primer mandatario Andrés Manuel López Obrador la reinstaura y nombra primer titular a Alfonso Durazo, hoy gobernador de Sonora y célebre en la posición federal por haber sido el instrumento presidencial para liberar a Ovidio Guzmán López cuando la Policía Federal, en ese tiempo a su cargo, lo detuvo en octubre de 2019.

La salida de Durazo dio paso a dos sucesos en la Secretaría de Seguridad: la concreción de la Guardia Nacional y con ello la eliminación de la Policía Federal, y la llegada de Rosa Icela Rodríguez a la titularidad en la materia. A la postre, la Guardia Nacional sería militarizada y, sin pena ni gloria, ni buenos resultados, Rodríguez  fue nombrada secretaria de Gobernación.

Con la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo llega su “Súper Policía” a encabezar la desmantelada Secretaría de Seguridad. Más con fama y notoriedad que con herramientas, el joven García Harfuch ha iniciado con protagonismo la encomienda. Le apodan “El Zar de la Seguridad” por “la valentía” que ha tenido para presentarse en zonas inseguras como Culiacán o Sonora, adonde acudió a una reunión de seguridad con el gobernador en cuestión.

Con los antecedentes de origen de García Harfuch, las dos ocasiones en que Sheinbaum ha hablado de su estrategia de seguridad, la primera vez en su discurso inaugural y la segunda en una conferencia matutina, antes de cualquier cosa ha hecho hincapié: “No vamos a regresar a la guerra contra las drogas de Felipe Calderón”. Evidentemente sus razones tendrá la Presidenta,  términos personales, de marketing político o por consigna de su antecesor, para hacer referencia a Calderón y no a Enrique Peña Nieto, por ejemplo, pero lo que sí es una realidad muy pública es que Omar García Harfuch se inició en la labor policiaca en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, y en la secretaría que encabezaba Genaro García Luna. Su mentor fue Luis Cárdenas Palomino, detenido en 2021 por su participación en el caso de Florence Cassez. Eso, ni el joven político  ni la Presidenta podrán borrarlo del currículum del secretario de Estado.

Es decir, que los hechos fundacionales de la carrera policiaca de Omar están en el sexenio más detestado y criticado por el ex Presidente Andrés Manuel López Obrador cuyo estigma ha mantenido la Presidenta Claudia Sheinbaum. Fue en 2008 cuando el ahora secretario de Seguridad se integró a la Policía Federal Preventiva de la Secretaría de Seguridad Pública, donde rápido ascendió a la jefatura de un departamento, a la dirección de otro y a la coordinación de alguno más. Trascendió a Genaro García Luna y a Felipe Calderón, llegando al sexenio de Peña Nieto en el cual continuó con su formación profesional hasta llegar a la titularidad de la Agencia de Investigación Criminal de la entonces PGR en las postrimerías del peñismo. 

Considerando sus inicios y aprendizajes primeros en la carrera policíaca y que arriba a una Secretaría de Seguridad desmantelada, sin corporación policíaca, dado que ésta fue transformada en Guardia Nacional y enviada a la Secretaría de la Defensa Nacional para su integración, avituallamiento, operación y funcionamiento administrativo, al “Zar de la Seguridad” no le queda más que “coordinarse” con el resto de las corporaciones e imponerse en estados y municipios particularmente aquellos gobernados por personajes emanados de Morena, su partido oficial.

Transgrediendo la libertad, la soberanía y la autonomía de régimen interno que tienen los estados y a su vez los municipios, desde el Gobierno Federal, coordinados entre Fuerzas Armadas y la Secretaría de Seguridad de García, están imponiendo secretarios y directores de seguridad en los ayuntamientos, a personas no afines a los gobernantes locales, pero sí del equipo de los federales.

Por lo pronto, dos casos: en Tijuana, uno de los municipios más violentos del país, muchas veces el primero en la lista con más asesinatos, el alcalde, un morenista que solía dirigir el partido, durante su campaña sedujo a muchos votantes con la promesa que, de ganar la elección, el Teniente Coronel en el retiro Julián Leyzaola, sería su secretario de seguridad. A Leyzaola lo reconocen en el ámbito nacional por el trabajo que hizo en coordinación con Fuerzas Armadas durante el mandato de Felipe Calderón para combatir a los cárteles, por entonces con mucha presencia criminal: el de los hermanos Arellano Félix y el de Sinaloa.

Pues bien, el alcalde de Tijuana, que juraba y perjuraba que Leyzaola sería se secretario de Seguridad, tuvo que recular públicamente y proponer para tal posición a quien desde la Federación, léase Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, con la venia de la Presidencia de la República, le dijeron que sería el titular de Seguridad de la ciudad: Juan Manuel Sánchez Pérez, un hombre de 62 años cuya máxima experiencia laboral, la tiene a partir de 32 años de servicio en el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN), otra dependencia repudiada y eliminada por López Obrador.

En Baja California Sur, donde también convergen los cárteles de Sinaloa, Jalisco y los Arellano, los índices de criminalidad van en aumento desde hace unos diez años, cuando aquella bella región fue utilizada por los narcos como su lugar de vacaciones y refugio. La Secretaría de Marina se encarga de la seguridad y, una vez más, transgrediendo cualquier soberanía impusieron a cinco marinos para encabezar las cinco direcciones de Seguridad en los cinco ayuntamientos, Los Cabos, La Paz, Mulegé, Comondú y Loreto. Estos marinos comisionados como directores de Seguridad son inamovibles, a menos que, como en el pasado, uno de ellos se líe con el narcotráfico, pues lo retiran sin investigarlo pese a la evidencia pública.

Esta estrategia de “armarse” un equipo de seguridad en estados y ayuntamientos, le resultará a García Harfuch en el control de la estrategia de seguridad en distintas regiones del país, donde su voluntad se impone ante los gobernantes de su partido, Morena, que ceden la responsabilidad de la seguridad a la Federación.

A la par, el “Zar de la Seguridad" está habilitando la Subsecretaría de Inteligencia, para con el análisis de la información, los hechos, los protagonistas, el contexto y las condiciones en el país, muy al estilo del viejo y odiado por Morena, CISEN, combatir la criminalidad. 

Aún es muy temprano para calificar si los esfuerzos de Omar García Harfuch están dando resultados, aunque ni en Culiacán ni en Tijuana, con su presencia o recomendaciones, ha bajado un ápice la violencia, pero lo que sí es que, aunque promueva la Presidenta que no se regresará a la “guerra contra las drogas de Calderón”, los inicios de su Zar de la Seguridad no se distancian de aquella estrategia (uso de Fuerzas Armadas, inteligencia y coordinación) de la era de los llamados "narcopolicías", entre los cuales dos jefes del actual secretario se encuentran detenidos.

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