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Damas y caballeros, niños y niñas, bienvenidos sean ustedes al circo de las rarezas de la naturaleza. Están ustedes a punto de presenciar algo tan estruendoso y apabullante que sugerimos dejar de leer a personas débiles de los nervios, con problemas cardiacos y a menores de edad.

Aquí verán algo que pensamos no era posible que se diera en este mundo moderno. Algo ajeno a las fuerzas de la lógica. Algo que vemos cada vez más, pero de lo que hablamos poco, por el terror que causa y lo inverosímil que es.

Damas y caballeros, en esta carpa de lo insólito tenemos a las mujeres que cambian de género (y no, no son aquellas que cambian su identidad y se someten a una cirugía de reasignación). Mujeres feministas que luchan por la igualdad a capa y espada, que pugnan por derechos para tod@s, que pregonan el hacer las cosas de manera diferente, que hablan de diálogo con l@s que piensan diferente y de inclusión con todos los puntos de vista y que, ¡zaaaaaaz!, como por arte de magia negra, en el momento en que se encuentran en puestos de poder, arriba de uno o varios ladrillos, adoptan las características de los varones que durante tanto tiempo criticaron y lucharon por eliminar.

Se mimetizan y las asumen, idénticas, aunque las cubren con adjetivos más dulces e hipócritas, y emojis de corazón. La devastación color de rosa. Vete a la chingada y tus opiniones son una idiotez, yo sé más que tú, no tengo que escucharte, mi bebito fiu fiu.

Y no, damas y caballeros, niños y niñas, esta saña no la asumen en contra de los varones como venganza por generaciones de opresión. Como buenas bullys, las aplican en contra de tod@s, pero sobre todo de otras mujeres que consideran incluso más débiles que ellas. Vean cómo puedo jugar el juego del éxito.

La hermandad del feminismo vale para tres puras y una con sal en el momento en que el poder, o la promesa de poder, está al alcance de la mano.

Y no, no hablamos de adoptar y adaptarse a las necesidades de la vida política, corporativa y social que requiere, de facto, ser un poco cabrón (independientemente del género con el que un@ se identifique), esto es algo indispuensable; sino de perder todo resquicio de eso que el feminismo busca: el acabar con la discriminación hacia todos, con los cotos de poder, con el abuso implícito y explícito, con menosprecio de las opiniones y experiencias diversas, con los compadrazgos (o comadrazgos), con la falta de meritocracia y con las faltas de respeto que han caracterizado al sistema patriarcal.

Mujeres que, quizá (o no), entran en la carrera corporativa/política/profesional con ideales de igualdad y de ser ejemplo para otras mujeres, pero los intercambian o postergan porque son muy incómodos y no combinan con el atuendo de las necesidades personales.

Y, ojo, no estoy en contra de actuar estratégicamente en pro del propio beneficio, pero nunca a cambio de vender el alma al diablo.

Porque, verán ustedes, querido público conocedor, el problema contra el que hemos luchado tantas mujeres durante tanto tiempo no es el falo en sí, sino de lo que poseer ese falo ha permitido a muchas personas hacer y que ahora nosotras, incluso falo-less, estamos haciendo.

Pasen a verlas, en este circo de lo insólito. Por el precio del mismo boleto las pueden ver a todas:

A las socias de grandes corporativos o despachos que cuando escuchan a una mujer que ha sido abusada por un socio le dicen “deja de llorar y no hagas problemas, no nos conviene a nadie”.

A las jefas que prefieren trabajar rodeadas de hombres y siguen ELLAS perpetuando y repitiendo la frase de “es que trabajar con mujeres es demasiado complicado”.

A las mujeres en la política que votan en contra de iniciativas que ayudarían a otras mujeres porque no entran dentro de sus conveniencias a futuro.

A las entrenadoras que abusan de sus jugadoras igual que los entrenadores.

A las activistas sociales y sindicales que roban de sus agremiadas y protegidas.

A las maestras que siguen promoviendo la profesionalización de sus estudiantes varones y menosprecian a sus estudiantes mujeres.

A las madres que, incluso hoy, tienen estándares diferentes en la mesa de su casa.

Pensamos que éramos diferentes que los varones, pero, ceteris páribus, en las mismas circunstancias, muchas de nosotras nos comportamos exactamente igual. El poder corrompe, independientemente del XX o XY.

Y no, damas y caballeros, niños y niñas, no todas las mujeres exitosas pertenecen a este circo. Hay aquellas que son congruentes con sus ideales feministas y que, con todo el trabajo y sudor extra que esto implica, pueden ser verdaderas líderes en sus campos, a la altura de cualquier varón, ser el ejemplo a otras mujeres y enarbolar el verdadero espíritu de la lucha por la igualdad. Pero, tristemente, son la excepción más que la regla.

Son mujeres que dan vida a una frase maravillosa (de la serie Mad Man): “And no one will tell you this, but you can’t be a man. Don’t even try. Be a woman. It’s a powerful business, when done correctly”.

@adinachel

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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