Por Adina Chelminsky
Antes que nada quiero dejar claro que no soy politóloga, ni socióloga ni experta en nada. Estoy segura de que, en estas líneas, se me está olvidando tomar en cuenta la Teoría X o el Tratado Y o el Acontecimiento Z que me harían poder hablar con la verdad absoluta que tantos y tantas creen poseer cuando hablan de lo que pasa hoy en Medio Oriente.
El conflicto israelí-palestino es complejo, complicado y siempre, por ambas porras, visto con visceralidad. No sé si es el peor conflicto del mundo pero, sin duda, es el que mayor carga emocional tiene cuando se habla de él.
Es imposible resumirlo en una cuartilla. El hacerlo sería una irresponsabilidad porque simplificaría lo imposible de simplificar y porque sería caer en una binarización (buenos contra malos) que no abona ni al análisis ni a la solución.
Después de casi 80 años de conflicto no hay nadie impoluto. No hay ningún bando que no haya cometido errores, que no tenga sangre en sus manos. No hay, ni siquiera, ningún lado homogéneo (todos los palestinos son…todos los israelíes piensan). Dentro de la sociedad israelí hay decenas de visiones y acciones y también, dentro de la sociedad palestina.
Pero hay un hecho incuestionable, hay un factor atroz y cruel que ha hecho IMPOSIBLE cualquier posibilidad de paz y que es la causa principal de los enfrentamientos que hoy desgarran y desangran la zona: Los grupos islámicos terroristas (en especial Hamás, patrocinado por Irán) que durante 80 años han usado a la población palestina como carne de cañón para cumplir sus objetivos políticos sin la más mínima consideración por la dignidad de la vida humana de los palestinos que dicen defender.
Son ellos quienes le han entorpecido y saboteado a la población palestina su legítimo derecho de vivir en paz y prosperidad en un estado independiente.
Son ellos los que han indoctrinado a generaciones enteras de palestinos con el maquiavelismo más puro y vil de que el fin justifica los medios para convertirlos en terroristas.
Son ellos los que han desviado los recursos que Palestina recibe, para construir misiles en vez de escuelas y para perpetuar el círculo de pobreza que alimenta la violencia.
¿Por qué Hamás emprende ahora el ataque más cruento de su historia?
¿Por la división política en Israel que, quizá, dejó vacíos en la seguridad nacional? ¿Para descarrilar la paz con Saudi Arabia que a Irán no le conviene? ¿Por qué encontraron una falla militar que les permitía atacar con esa ferocidad?
No sé. El por qué lo saben sólo un puñado de personas en Teherán y Gaza.
Lo único que estoy SEGURA es que estos ataques NO tienen, ni como más remoto objetivo el mejorar la situación real y cotidiana de la población palestina.
A Hamás, evidentemente, le vale un carajo la vida de los israelíes. Pero le vale de igual manera la vida, el presente y el futuro de los palestinos.
Lo que han hecho es que esta masacre no es en respuesta del “cansancio por de los años de ocupación israelí” (dicho sea de paso, Israel se salió de Gaza en el 2005 y llevan 20 años de autonomía). Cada imagen que sale de la redes del Hamás en donde se congratulan y celebran la tortura de vidas humanas y vejación de cuerpos fallecidos es el testamento más fehaciente del tipo de “personas” que son y de los objetivos que persiguen. La paz y el bienestar de Gaza les importa un carajo.
Hoy las redes sociales de muchos judíos (y de muchos NO judíos) se pintan con la frase “I stand with Israel”, me posiciono con Israel.
Posicionarse con Israel debería ser hoy la consigna de todos los ciudadanos del mundo. Porque proclamarse en contra el terrorismo no es de a contentillo, es de a siempre. Porque los terroristas islámicos que hoy ahogan Israel son los mismos que asfixian todos los otros lugares del mundo. Quien mata hoy un judío en Sde Boker es quien mata a un homosexual en Praga o a un afroamericano en Detroit.
Y no, posicionarse del lado de Israel no implica cegarse a los errores y desaciertos que Israel ha cometido. No es darle un salvoconducto de acción y desahogarlo de su responsabilidad en todo lo que ha pasado pero así como el pueblo palestino tiene un legítimo derecho a vivir en paz, Israel ha tenido, tiene y tendrá un derecho legítimo y legal, de defenderse de este y cualquier ataque es su contra con toda la capacidad militar que tiene.
Y sí, esto va a implicar una guerra en donde el poderío formal israelí es sin duda mayor. Y sí, va a ser terrible en muertes y destrucción y terror y desamparo. Y no, no hay manera de responder con una “fuerza proporcional” porque la fuerza proporcional en contra del terrorismo NO existe.
Es la fuerza y punto,
Hoy ni el dedo de la culpa ni el de la duda debe estar ni en Israel ni en Palestina, debe de estar señalando a las organizaciones terroristas islámicas y aquellos poderes y personas que las financian, las defienden o guardan silencio ante sus acciones. Sean estas personas las que guardan silencio cómplice en los gobiernos, en las redes sociales y en su trato personal.
Ese silencio es lo que aviva las llamas del terrorismo.
En el horror de lo que está pasando ninguna víctima, de ningún lado, deja de doler.
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