(Y SÍ, porque en medio del desmadre de país, hoy, sólo quise escribir para hacerl@s reír y para reírme yo)
Yo + dos amigas + cuatro días de viaje + la costa californiana. Lo único que faltaba para tener una ecuación perfecta era rentar un convertible.
Podrá parecer un detalle superficial, pero el tema del coche era lo que a todas, pero sobre todo a mí, más nos emocionaba al planear el viaje. Tres mujeres, jóvenes pero ya no tanto, enganchadas en la dinámica cotidiana de las obligaciones y responsabilidades, buscando revivir, aunque fuera por unos instantes, ese sentimiento de absoluta libertad y abandono.
La imagen mental era perfecta y sumamente clara, sacada de años de ver chick-flicks: Nuestro pelo volando libre al viento, el sol californiano en el horizonte y California Dreamin´ como música de fondo… Bajando del auto en cada lugar como dueñas y señoras de nuestro destino, en completo control de nuestro poder femenino y decisiones automovilísticas. Mi auto, mi elección… No somos una, no somos tres, tenemos un convertible, cuéntanos bien… Mujer escucha, el convertible es tu lucha.
Mi ansia de rentar un convertible se equiparaba al cliché del hombre en plena crisis de la mediana edad, rentando un descapotado… Lo único que puedo decir es que puede ser que, según Sun Tzu, el viaje de un millón de millas empieza con un sólo kilómetro pero, si se quiere hacer en convertible, hay que tener cuidado.
Sin revelar detalles íntimos de la travesía —basta decir que nunca he visto a tantos encargados de Valet Parking reírse tan fuerte al recibir un coche—, estas son las lecciones aprendidas, útiles para tod@s aquell@s que estén pensando en revivir su juventud a través de un vehículo sin techo:
Lección # 1: No importa lo que diga la ficha técnica del coche, en un convertible sólo caben dos personas.
Incluso si la tercera persona es muy delgada, chaparrita y/o tiene articulaciones extremadamente flexibles, sólo caben dos.
Aun si recorres el asiento delantero al máximo, sólo caben dos.
El asiento de atrás es un mero accesorio.
La persona que pierde el volado y se sienta en el asiento trasero pasa un rato miserable, semejante a ser torturad@ en una cámara de compresión.
Por algo Thelma y Louise no fueron Thelma, Louise y Stephanie, no porque no existan suficientes mujeres que se quieren revelar del letargo patriarcal cotidiano sino porque, simplemente, no cabrían en el auto de huída.
La persona que se sienta en el asiento trasero se tiene que doblar como origami y desdoblarse al bajar del auto… algo que a los 40 implica dolor de espalda, dolor de cadera, dolor de rodilla, todas las anteriores, y cojear por varios minutos con las piernas cosquilleando de “dormidas” y arriesgarse a un esguince de tobillo por la insensibilidad… Se requiere llevar en la bolsa altas dosis de paracetamol.
Lección # 2: Hay que aprender a abrir y cerrar la capota ANTES de arrancar el coche. Antes de salir del Rent-A-Car hay que pedir a los expertos en autos conspicuos y fifís que le expliquen a un@ los pormenores mecánicos del techo.
Dos cosas aterrorizantes en la vida: Ver una tarántula, o rata, o serpiente a centímetros de ti; y a la mitad de la carretera ver las nubes grises y perversas, listas para llover y darte cuenta que no sabes cómo #!@&%#@ se cierra el techo.
¿Cuál es el botón? Empieza a chispear poquito. ¿Hay algún elemento de seguridad para poderlo activar? Ya encontré el botón pero no cierraaaaaa… Tip, tip, tap, tap…
¿¡Tiene que estar en park el coche para poder cerrar el techo!? Bum, BUM, Bum, splashhhhhhh.
Lo que moja no sólo es la lluvia que cae del cielo, sino el salpique de los coches, motocicletas y camiones de doble remolque que pasan junto a ti.
Ni como cubrirte.
El empoderamiento femenino debería siempre incluír clases de mecánica.
Empieza el pánico y las machincuepas para “que no se moje el celular”.
Los interiores (que realmente son exteriores) aunque sean de vinipiel repelente al agua, tardan horas en secar. Todo queda empapado. Sobre todo el pelo. El look de ratón mojado nunca es el más adecuado para nadie.
Y está la invariable leyenda urbana que hemos oído desde nuestras abuelas y que nosotr@s mismas repetimos ad-infinitum a nuestros hijos: Si te mojas y te da el aire (palomita y palomita) te puede dar pulmonía… Y apenas venimos saliendo del COVID.
Que bueno que llevamos en la bolsa altas dosis de paracetamol (ver lección #1).
Lección # 3: El manejar descapotado implica estar expuesto a los elementos de la naturaleza, no sólo al agua.
Tierra, aire y fuego se vuelven tus enemigos inclementes, por lo que hay que viajar preparado.
El sol y el viento, factores prácticamente inconsecuentes en otros vehículos, aquí son decisivos. Indispensable llevar sunblock (en cara, brazos, ¡y cuello!... Las manchas de sol ya no perdonan) y lentes obscuros (¿basurita en el ojo? Basureros completos en el ojo).
Si en algún momento de mi juventud confirmé que las películas de Hollywood eran pura patraña (happily ever after?), subida en el convertible lo confirmé: sólo en las películas de Hollywood puedes bajar de un convertible con el peinado impecable, los labios perfectamente pintados y la ropa impoluta y recién planchada; en la realidad bajas del coche pareciendo un espantapájaros, cortesía del aire natural y de la corriente ocasionada por la velocidad.
Aun así, asoleada, despeinada y aturdida tengo que confesar que hubo ciertos instantes en donde con el techo descubierto, el pelo volando al viento y el sol brillando en el horizonte podía oír perfectamente bien la tonada de California Dreamin
Creo que la música venía de dentro de mí… Esos instantes no los cambiaría por nada, aunque la próxima vez juro rentar un sedán.
@AdinaChel
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