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Por Adriana Sandoval

Ser mujer es como estar en una constante actualización del sistema operativo.  Justo cuando te acostumbras a tu versión, se mueven las hormonas y nos dejan grandes cambios físicos y las emociones a flor de piel. 

Primero la adolescencia, un día eres una niña cariñosa y tierna, al otro, te despiertas con humor de villana de novela y un cuerpo que ya no conoces.  Luego, cuando ya le agarraste la onda a tu nueva yo, vienen los embarazos y otra vez las hormonas nos juegan pesado; cuerpo nuevo, emociones diferentes y terminamos con la lactancia que tampoco es fácil.  Y otra vez, regresas a un cuerpo medianamente conocido y después de unos cuantos años….¡Bienvenida menopausia! Estás recibiendo tu versión definitiva y espero que te guste porque ya no hay más actualizaciones. Ahí empiezas a lidiar con bochornos, huesos frágiles y la misión imposible de mantener el metabolismo funcionando a la par de ver cambiar tu cuerpo, de nuevo.


Aunque esto parezca un relato de telenovela, también está la parte seria: En México el 46.7% de la fuerza laboral es femenina (INEGI 2024), los trabajos que realizamos principalmente son comercio informal y trabajo doméstico remunerado.  Esto nos coloca en un lugar donde el acceso a la seguridad social es difícil y el ingreso alcanza para todo menos para nosotras.  


Las mujeres tenemos más probabilidad de presentar depresión, sobrepeso, cáncer de mama, hipotiroidismo, enfermedades autoinmunes, osteoporosis, anemia y complicaciones por diabetes.  En mujeres jóvenes es común la anemia debido a la menstruación y el embarazo.  Cuando llegamos a la menopausia aumenta la probabilidad de tener sobrepeso, osteoporosis y problemas cardiovasculares porque perdemos la protección que nos dan las hormonas femeninas. También recibimos diagnósticos tardíos, principalmente cáncer, condiciones cardiacas y enfermedades metabólicas como diabetes.  


Por todas estas razones necesitamos atención médica prioritaria, acceso a una alimentación saludable y actividad física frecuente.  Es momento de preguntarte ¿qué tanta importancia le das a estos tres factores en tu vida?


En el consultorio siempre escucho: 

“No había venido porque llevé a consulta a mi mamá”

“Fui por mi hijo al colegio porque se sentía mal y no desayuné”

“No puedo hacer ejercicio porque no alcanzo a preparar la comida”

“Ahorita no hay dinero porque mi hija se gradúa, después me hago los análisis”,

y muchas razones similares.  

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.