Por Aideé Zamorano
Dra. Claudia Sheinbaum Pardo,
Presidenta de los Estados Unidos Mexicanos
PRESENTE
México es un país donde la belleza de sus paisajes contrasta con su gran vulnerabilidad climática. 45% del territorio está expuesto a inundaciones, lo que afecta por lo menos a 77 millones de mexicanas y mexicanos. Fenómenos como huracanes y sequías son cada vez más frecuentes e intensos debido al cambio climático. Usted hereda un país expuesto a riesgos catastróficos, y la solución no está en el lamento. Por favor, no vaya a pasar seis años buscando las omisiones del pasado.
Los desastres no son naturales; son una construcción social, como bien señala la literatura especializada. Las decisiones erradas en el ordenamiento territorial, la falta de gobernanza y la ausencia de una gestión integral del riesgo amplifican el impacto. Es fundamental priorizar la relocalización de las personas que viven en zonas de alto riesgo. No podemos seguir construyendo en lugares donde la vulnerabilidad por exposición al riesgo de inundación aumenta cada vez más. Otis había dado el primer aviso.
Una correcta gestión de riesgos no solo reduce daños inmediatos, sino que también puede contribuir a reducir el desempleo, la pobreza extrema y la crisis alimentaria, garantizando el acceso a servicios esenciales como salud, electricidad y agua, antes, durante y después de un desastre. La gestión del riesgo debe ser vista como una prioridad transversal que contribuye al desarrollo sostenible y protege a los más vulnerables.
No vengo a reclamar la desaparición del FONDEN, pues su enfoque estaba en la atención de los desastres una vez que ocurrían. Sin embargo, lo que sí voy a exigirle es que la prevención sea el eje de su administración. Los fenómenos climáticos extremos no van a esperar. El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, al que México se adhirió, establece cuatro prioridades fundamentales: comprender el riesgo, fortalecer la gobernanza, invertir en la reducción de riesgos y mejorar la preparación para desastres. En la práctica, se ha avanzado poco.
La resiliencia y la comprensión del riesgo no pueden construirse desde la improvisación. Debemos articular políticas públicas que permitan a las expertas en gestión de riesgos trabajar de la mano con las tomadoras de decisiones y la población. Colocar a las comunidades al centro de las decisiones es crucial para construir una gestión integral del riesgo que reduzca los impactos humanos y económicos.
Señora presidenta, usted tiene la oportunidad de cambiar el enfoque. La prevención, la relocalización y la gestión del riesgo basada en datos son los pilares que garantizarán la seguridad de las personas y el desarrollo del país. No podemos controlar la lluvia, pero sí podemos evitar tragedias.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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