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Por Aideé Zamorano

Un profesor calificó mi entrega de maestría (la segunda que estoy cursando) con la frase:

  • "Te quedaste en solo cumplir con lo mínimo. Hay que ponerle corazón a las tareas".

¡Joder! Esa expresión ya se ha convertido en mi favorita y me la he apropiado con mi propio tono mexicano.

Esto va más allá de una calificación. Mi historia de vida, mi experiencia profesional y los aportes que he logrado en la política laboral en mi país no necesitan validación de un hombre blanco heteronormado que se molestó porque lo cuestioné en una clase.

Estoy en el rol de mi vida que más disfruto: ser estudiante. Y por eso no tolero a las personas que no se toman en serio el papel de docente. Escalé la falta de criterio académico a la coordinación escolar y aproveché para preguntar a mis compañeras y compañeros de clase si alguien más (en especial los hombres) había recibido una retroalimentación similar. Por supuesto que no. A nadie más le emitieron un juicio de valor vinculado con género.

Gé ne ro, gé ne ro.

¡Qué nivel de desagrado despierta esa palabra en cualquier contexto que la uso!

  • "No creo que todo sea género, Aideé", exclamó uno de mis colegas en el chat.

Se desató una acalorada conversación en la que expresaron comentarios y pensares reprimidos sobre mí. Vaya nivel de vulnerabilidad que despierta una mujer de 41 años, inteligente y confiada de sí misma. De repente, los “onvres” tuvieron necesidad de violentarme a través del WhatsApp; alguno apeló a mi condición de mamá y otro más escribió: “Sin llorar”.

No me sorprende. El Reporte Global de Riesgos 2025, publicado esta semana por el Foro Económico Mundial, enlista en cuarto lugar de los riesgos a corto plazo (2 años) la polarización social. Por cierto, una vez fui vocera de ese reporte en México, hasta que a un hombre europeo le molestó mi inteligencia.

Greg y Juan, un mexicano y un francés, me pidieron silencio en espacios distintos. Los separan al menos tres décadas de vida, pero su acción parte de la misma intención sexista: acallar una voz de mujer que incomoda. Juan incluso me sugirió que no me expresara en el chat de la clase para exponer mi feminismo. ¿Ya ven el impacto que puede ocasionar recortar el presupuesto público para la naciente Secretaría de las Mujeres?

El Global Media Monitoring Project (GMMP) indica que, a nivel mundial, solo el 25% de las personas y fuentes en las noticias impresas, radio y televisión son mujeres. Las voces femeninas están subrepresentadas en los medios de noticias tradicionales. Si Juan creció en México como yo, claro que le parece poco probable que una mujer hable en espacios públicos o privados, porque los medios dan autoridad. Los estelares de las cadenas más grandes en México (TV Azteca y Televisa) fueron ocupados principalmente por hombres. Cuando Lolita Ayala se convirtió en una mujer referente, fue suavizada cada noche con una rosa al final del programa. Mientras tanto, el Teacher hacía girar la silla como una invitación a la reflexión infinita. Todo comunica.

  • "Sí, todo es género, Juan".

Frases como “hay que ponerle corazón a las tareas” apelan más a aspectos emocionales que a criterios técnicos. Este tipo de observaciones suelen dirigirse de manera desproporcionada hacia mujeres, perpetuando expectativas de que nuestras contribuciones deben estar cargadas de emociones o esfuerzos extra que no se exigen de manera igualitaria.

La afirmación “te quedaste en solo cumplir con lo mínimo” refleja un juicio de valor que no debería formar parte de una evaluación académica. Cuestionar mi compromiso o esfuerzo resulta innecesario y, francamente, condescendiente.

Una vez, en una evaluación de desempeño en la oficina, me calificaron como “arrogante”. Logré que cambiaran esa palabra, y es lo mismo en esta ocasión. Además de nuestras competencias técnicas, a las mujeres nos evalúan con frases alusivas a nuestro ciclo hormonal. Esto es particularmente grave viniendo de un profesor, y peor aún, de un jefe.

En los últimos cinco años, he evaluado más de 450 oficinas a través del Ranking Mamá Godín y he encontrado que solo una de cada diez plazas laborales formales está ocupada por una mamá.

Y sí, todo eso es resultado del género, Juan.

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