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Por Aidée Zamorano

Desayunar chilaquiles fuera de México es una celebración: frijolitos, bolillo, crema. Pero, ¿a quién se le ocurre organizar un desayuno para personas emprendedoras a las nueve de la mañana? Todas las madres asistentes llegamos tarde. No por fodongas, sino porque antes tuvimos que preparar loncheras, asegurarnos que las crías comieran verduras, proteína y fruta, llevarlas a la escuela y, ahora sí, correr al evento.

Estoy harta.

Las mujeres crecimos escuchando que es nuestra responsabilidad encontrar la manera de malabarear todo, cuando lo que realmente necesitamos es que los negocios, las empresas y cualquier organización que contrate personas asuman su parte en la corresponsabilidad de cuidados.

La llegada de Trump ha vuelto a poner sobre la mesa —incluso en desayunos con chilaquiles— la utopía de la meritocracia. No, no es que las personas, en su mayoría mujeres, lleguen tarde a compromisos laborales porque son irresponsables, sino porque antes dedicaron al menos dos horas a tareas de cuidados. 

Que un gobierno elimine los programas de diversidad, equidad e inclusión a nivel federal con el argumento de que nadie debe ser "preferido ni perjudicado" por su género o raza no es neutralidad, es un retroceso que causará un efecto dominó en el mundo. Ignorar las desigualdades estructurales es un error básico en el diseño de políticas públicas. 

Según la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2019 del INEGI, las mujeres en México dedican en promedio 28.8 horas semanales al trabajo de cuidados no remunerado en su hogar, mientras que los hombres destinan 12.3 horas a estas actividades. Esta diferencia de más del 50% ¿puede influir en la participación de las mujeres en los negocios o el mercado laboral? Asumir que todas las personas parten desde el mismo punto nunca termina bien.

Además de intentar borrar el lenguaje incluyente, desmantelar políticas progresistas y satanizar a las poblaciones migrantes, la nueva administración de Estados Unidos ha congelado los programas de ayuda humanitaria. USAID, la agencia encargada de estos recursos, había solicitado alrededor de 43,000 millones de dólares para 2025. Ahora, Trump dejó claro que su prioridad es llegar a Marte mientras el discurso de odio sigue costando vidas.

Menos conciliación laboral, más corresponsabilidad. Que los horarios de escuelas y oficinas empaten. Que los eventos de networking se diseñen para la vida real, no como si todas las personas tuviéramos el perfil de hombre blanco, rico y con cinco hijos a quienes difícilmente les ha preparado el lunch o los ha llevado a la escuela. Mientras sigamos organizando el mundo laboral como si nadie tuviera responsabilidades de cuidados, la falacia de la meritocracia seguirá amplificando desigualdades. Y las mamás seguiremos creyendo que nos faltó vibrar alto o tener más autoestima para alcanzar la independencia económica.

¿Saben quiénes sí llegaron puntuales a mi desayuno de negocios? Los hombres. Claro, porque sus esposas fueron las que llevaron a sus hijos al colegio.

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