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Por Aideé Zamorano
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En un aula universitaria en Santa Fe en la Ciudad de México pregunto a mi audiencia: “¿De quién es responsabilidad cuidar a las infancias?” al unísono responden: de las madres.

La mirada y un gesto de mi esposo me animan a recordar que estoy frente a un grupo de estudiantes menores de veintidós años.

¿De dónde han aprendido esto? (Pienso mientras tomo agua para disimular el asombro) Y entonces recuerdo que vivimos en el mismo sistema, que también tuve veinte años y concluyo que no es su culpa.

Procedo a pedirles revisar artículos en la Ley Federal del Trabajo, algunas alumnas y alumnos leen en voz alta y hacemos un análisis de la narrativa, hablamos de presupuesto público y empiezan a entender la construcción de desigualdades. 

De acuerdo con datos del INEGI en el país somos 38 millones de mamás. Al cierre del 2023 la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) la población económicamente activa reporta que sólo 46 de cada 100 mujeres en edad de trabajar lo hacemos, la diferencia contra los hombres es de 76/100.

La omisión del Estado para articular un Sistema Nacional de Cuidados nos tiene a la mayoría (quitemos al 1% de la población más rica) sumidas en una espiral de pobreza.

Hay una correlación entre la maternidad y la salida del mundo del trabajo de las mujeres, así lo he comprobado durante cuatro años en la medición “Ranking Mamá Godín”: sólo 1 de cada 14 plazas en la formalidad está ocupada por una mamá. 

Con estos datos pude explicar en clase (un poco) el por qué de las violencias estructurales, la desaparición de programas sociales que contribuían a la independencia financiera de mujeres y madres económicamente vulnerables. He ahí el fondo de los discursos (desde la silla presidencial) y la publicidad patriarcal que acompaña al 10 de mayo en pleno 2024.

La sorpresa de las y los alumnos cuando nombré al Estado como el principal responsable de los cuidados para infancias, personas adultas mayores y personas con discapacidad fue reveladora. 

Sí, nos educaron para ser mamás, para cuidar, ser abnegadas (sin importar escolaridad, nivel socioeconómico ni nada más, nos pasa a todas, con todo y título universitario, de maestría o doctorado), y (como canta Rebeca Lane) aprender a vivir callada la pobreza. El último año he transitado entre asalariada, desempleada, cuasi emprendedora, docente, consultora, asesora y vendedora de plata a concesión.

Sí, hoy soy parte de la informalidad y pago muchos impuestos (guiño a Carlos Brown) todo mientras atravieso un proceso de demanda laboral contra la aseguradora suiza y la fundación para las que trabajé seis años y de dónde salí con un cuadro de depresión grave e ideación suicida. Hecho, que por cierto,  el despacho legal que les representa ha usado sistemáticamente para revictimizarme y seguir comprometiendo mi integridad. 

Vamos al segundo tema, mayo es mes internacional para la visibilidad de la salud mental. Cuando ven a mi esposo (o a mi papá) conmigo es porque no puedo manejar a causa de los medicamentos controlados que tomo desde que preferí mi vida sobre la permanencia en el sistema de seguridad social. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, en 2017 el 75% de mexicanas y mexicanos padecía fatiga por estrés laboral, superando a China y EUA. La fatiga crónica en EUA reduce a más de la mitad la productividad laboral. Si no invertimos en la salud física y mental de las plantillas laborales, tenemos el riesgo de perder la continuidad de negocios, quebrar nuestros centros de trabajo e incrementar hasta 20% las primas de riesgo ante la Secretaría de Trabajo y Previsión Social.

COVID nos enseñó que las cadenas de valor, operación e insumos pueden romperse de un día a otro pero las empleadoras y legisladores no entienden de interconexión de riesgos.

En México desde diciembre de 2023 el estrés, la ansiedad, la alteración de los ciclos de sueño y la depresión están reconocidas como enfermedades por trabajo. A esta administración le costará mucho más que un mariachi en la mañanera del día de las madres que la clase trabajadora olvide que el #YoXLas40Horas se quedó en la congeladora por mandato del ejecutivo.

Las madres queremos un nuevo contrato social, que todas las personas tengamos derecho a cuidar, ser cuidadas y al autocuidado. De nada sirven las infraestructuras millonarias sin personal profesionalizado para cuidados, queremos empate de horarios escolares con laborales, licencias por paternidad (no permisos) y que la maternidad deje de ser una sentencia para la pobreza.

Y mientras todo esto ocurre un saludo para las madres de Zurich y también las de Suiza. 

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@soymamagodin

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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