Por Aideé Zamorano
He de confesar que soy fan de la dinámica que se da en las oficinas tras el #8M ¿y qué esperaban? Soy Godín, la Mamá Godín. Desde hace unos años observo con otros ojos las marchas sobre Paseo de la Reforma. El miércoles pasado mientras caminaba con mi madre debajo de las jacarandas y gritaba que por favor le den presupuesto al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (para que cuente a las madres trabajadoras), porque ya me estoy cansando. Empecé a ubicar a las infiltradas del #purplewashing. ¿Será que se les hizo bonito venir a mostrar los logos de sus empresas y usar el movimiento como una estrategia de mercadotecnia?
Además de darles sándwiches y bebidas, llevar al equipo de seguridad, dotarles de radios inalámbricos y chalecos, ¿estarán haciendo lo mismo con sus políticas corporativas? Se van a ver hermosas esas fotos en sus comunicados internos, todas con playeras moradas, pero ¿y si sólo es política ficción? Y si detrás de la logística para movilizar al equipo, ¿les siguen pidiendo a las mujeres extraerse la leche materna en el baño?, si en sus comités ejecutivos no estamos representadas, ¿y si solo trajeron a las becarias? ¿Ganarán lo mismo que el director de seguridad que viene contándolas y vigilando que nadie más entre a su espacio?