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Por Alejandra Latapí

A sus treinta años, el teniente coronel barón Martin Von Bora sabía que su esperanza “existía con la condición de que no intentara imaginarse un futuro claro para sí mismo”. En el Berlín de 1944, este personaje de la romana Ben Pastor (seudónimo de María Verbena Volpi) debe abandonar a su batallón en Italia para investigar un asesinato y lo que descubre es una conspiración para matar al führer y a su “plana mayor”. Von Bora, formado como oficial de la élite de contrainteligencia del ejército, mantiene una especie de tensión existencial entre sus principios éticos y morales y la obediencia absoluta del soldado. Pastor[1] nos presenta el dilema personal frente a una sociedad que vive y reacciona con miedo. 

De este Berlín al de 1946 que vemos en Los derrotados[2] hay menos de dos años de diferencia. En ambos se exhibe la condición humana sometida a situaciones extremas y sus distintas reacciones dependiendo de la naturaleza de cada personaje. Observamos a una sociedad que decidió apoyar la oferta electoral de grandeza y bienestar, que calló ante la destrucción de sus instituciones democráticas y que cerró los ojos cuando la ambición de poder y el supremacismo racista cometió el mayor de los crímenes del siglo pasado.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.