Por Alejandra Latapi
Muchas veces me he preguntado por qué seguimos citando a Hamlet y diciendo “algo huele mal en Dinamarca”. Hoy la expresión me resulta absolutamente comprensible y utilizable. Así como Hamlet escuchó a un centinela informar que su padre, el rey de Dinamarca, había sido asesinado por su propio hermano para usurpar la corona, yo leí en algunas columnas políticas hace algunos días que la nueva presidenta del INE estaba buscando votos para renovar los 16 cargos de la Junta General Ejecutiva, ofreciendo la conducción de algunas áreas a quienes todavía no le entregaban su confianza.
La sola idea de que en el INE se llegue a sentar un precedente así para construir la mayoría requerida para cualquier decisión me llena de zozobra. No solo por lo inédito de la práctica, sino por las consecuencias que puede llegar a tener el que los votos de las y los consejeros comiencen a ser tasados y conseguidos a través de ofrecimientos materiales, cualquiera que sea el tipo de éstos: la conducción de un área, algunas comisiones/representaciones, viajes, contratos... o a lo que lleve la imaginación o exija la desesperación.