Document
Por Alejandra Latapi

Hace mucho tiempo que no tenía oportunidad de practicar una gozosa costumbre: la de discutir con emoción y argumentar sin temor a lastimar la relación con mi interlocutora. Las palabras con datos, referencias, opiniones, sugerencias, fluían de ambas partes sin censura y, sobre todo, sin preocupación. Las diferencias quedaron sobre la mesa atestiguadas por una tercera amiga que nos observaba. Y cuando notamos que ya nos repetíamos pasamos libremente al siguiente tema.

Al salir del encuentro sentí tal alegría, que me detuve a revisar y tratar de encontrar qué hizo de esta reunión algo tan distinto a las demás. Tres mujeres que comenzamos a tratarnos recientemente con una causa común. Al ir diseñando y ejecutando el proyecto que nos unió, la amistad se abrió camino como casi siempre nos sucede a las mujeres. La confianza se trasladó del ámbito profesional al personal y las conversaciones se fueron llenando de anécdotas, confesiones y complicidades. El esfuerzo concluyó exitosamente y no permitimos que su final nos impusiera distancia. Ahora somos tres amigas que encontramos motivos para vernos, para decirnos y para escucharnos.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.