Por Alejandra Latapi
Las reformas políticas y electorales que se fueron aprobando a lo largo de los últimos 25 años del siglo pasado y principios de éste fundaron el entramado para la representación popular y para el gobierno del México actual. Entre los objetivos para dar espacio y voz a las minorías también se recrearon los procedimientos parlamentarios y las sanciones a su violación. Siempre se dice que la democracia es más cara que la guerra y que sus decisiones exigen más tiempo que en los regímenes autoritarios. Hoy, todavía, las reglas escritas para aprobar leyes obligan al análisis, al debate y al acuerdo entre las fuerzas políticas votadas para trabajar en los cuerpos legislativos.
Pero esa ruta se perdió la semana pasada. El mandato del presidente canceló el trabajo político de las mujeres y los hombres votados por la fe de su electorado. La oposición no solo ignorada, sino burlada. La exhibición más burda que se haya visto para avasallar a cualquiera que no se someta a la visión única. Estamos atestiguando el rompimiento del sentido de la representación popular.