Por Alejandra Spitalier
“Que tiemble el Estado, los cielos, las calles; que tiemblen los jueces y los judiciales. Hoy a las mujeres nos quitan la calma. Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”.
Estos son los primeros versos de “Canción Sin Miedo” de Vivir Quintana, la canción que cierra cada uno de los cinco episodios de la serie documental que se produjo desde la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre los feminicidios en nuestro país.
“Canción Sin Miedo” si bien es un grito de dolor e indignación, también es un llamado a la unidad, a la lucha, a sabernos acompañadas, cobijadas y respaldadas: “Si tocan a una, respondemos todas”.
Cada día son asesinadas entre 10 y 11 mujeres por razones de género. ¿Cuántos de sus nombres recordamos? ¿Cuántos nombres ya olvidamos o no llegamos a conocer? “Soy Claudia, soy Esther y soy Teresa. Soy Ingrid, soy Fabiola y soy Valeria.”
Hablar sobre la violencia de género que experimentan las niñas, adolescentes y mujeres en México no es agradable. Reflexionar sobre sus asesinatos violentos, tampoco. Es natural bloquear el dolor y el sufrimiento como mecanismo de supervivencia.
No obstante, como país, como autoridades, como comunidad, como familias y como personas, estamos pasando por una situación que nos obliga a mirar de frente al problema y tomar las riendas con firmeza. No podemos ser indiferentes ante esta violencia que desgarra al país. No podemos dejar el tema en la frialdad de las cifras. No podemos abandonarnos en la apatía de la historia que parece y se siente lejana. No podemos, no podemos hacerlo más. Ese desinterés encubre, protege y permite parte del problema.
Éste fue el móvil que llevó al equipo de la Presidencia de la Suprema Corte a hacer un llamado social de alarma y a la vez, un grito de unión. Precisamente por ser un tema tan doloroso, para lograr captar la atención sabíamos que se requería una aproximación diferente. El tema de los feminicidios en nuestro país no es novedoso en la agenda pública y no obstante ello, tristemente la cifra de asesinatos diarios de mujeres y niñas por motivos de género ha ido en aumento.
De ahí que por primera vez el Alto Tribunal, desde su rol de garante de la Constitución y de los derechos humanos de todas y todos, abordó de manera frontal y sin tapujos la problemática de los feminicidios. A través de una historia potente se descifran, se revelan, se evidencian a los verdaderos violentadores, a los verdaderos feminicidas: la impunidad que gozan estos delitos y la indiferencia social que los acompaña.
El feminicidio es la máxima expresión de violencia en contra de las mujeres y niñas; se origina en la desigualdad de género; se nutre de la idea de una supuesta inferioridad de las mujeres y de todo lo considerado como femenino. Esto propicia que las vidas y los cuerpos de las mujeres se encuentren a merced del sistema patriarcal.
La violencia feminicida emerge de la desigualdad de género, que construye una jerarquía entre hombres y mujeres en la cual los primeros mandan y las segundas obedecen. La violencia feminicida encuentra su justificación en lo cotidiano, en lo sutil, en el ego machista. Paralelamente, la cultura feminicida la construimos todos los días con las bromas misóginas, utilizando estereotipos sexistas, aferrándonos a un modelo de educación “tradicional” en la cual las niñas y las mujeres son minimizadas.
El primer reclamo debe ser al Estado, a las autoridades que no cumplen con sus obligaciones esenciales, que con total indiferencia y desdén acumulan expedientes, denuncias y reclamos; ello, sin dar la cara, sin tomarse el tema en serio y sin intentar dar resultados.
Pero lo que a mí me conmueve más de “Caníbal: Indignación total” es un aspecto menos visible pero no por eso menos problemático. La serie evidencia que todos y todas podemos ser aquella vecina que no se detuvo a ayudar a la víctima que gritaba a unos metros de distancia o aquel inquilino que prefirió no hacer preguntas para no incomodar.
¿Te suena familiar algo de esto? ¿Has participado directa o indirectamente en una acción u omisión aquí relatada? ¿Has permitido o avalado alguna conducta –por más sutil que sea– en perjuicio de las mujeres?
Desde una perspectiva de derechos, la desigualdad estructural de género es el caldo de cultivo para criar, alimentar, reforzar y hasta tolerar la violencia feminicida. Y es ahí donde podemos hacer el cambio, tú, yo, ella, él, las autoridades, la comunidad, el Estado. Si todas y todos hacemos frente a esta problemática social y defendemos el derecho a una vida libre de violencia de las mujeres y las niñas de México, podemos lograr al fin la sociedad igualitaria que coloque a México en un país de posibilidades prósperas.
Después de la serie, la ausencia de Reyna me acompaña en cada uno de mis días y me hizo enfrentarme de nuevo a mi propio pasado. Pienso en sus hijas y pienso en las mías.
Es urgente que la indignación nos apodere y nos empodere para proteger la vida de las niñas, adolescentes y mujeres de México. Y así, en ese dolor comunitario y en esa corresponsabilidad, cantemos “Canción sin miedo” para que a una sola voz gritemos: “Si tocan a una, respondemos todas” Y TODOS.
@alespitalier
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