Por Alma Rosa Garcia Puig
Parecería que ser mujer en nuestro país es un deporte extremo. Basta ver las estadísticas…
Tan solo a septiembre de este año, ya había 624 feminicidios registrados. Y aunque la cifra es menor que la registrada en otros años, no deja de ser alarmante. No hay que olvidar que éstos son solamente los casos registrados ante las autoridades. Faltaría ver todas aquellas mujeres que han sido asesinadas y nadie se da cuenta o aquellas cuya muerte nunca es denunciada por temor a represalias a familiares.
En México, 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años son violentadas. Nuestras estadísticas no son nada alentadoras.
De acuerdo con Endireh, si hablamos de agresión física, el 34.7% de las mujeres han sufrido algún tipo de agresión física y por si fuera poco, el 52% hemos sufrido agresión emocional y una de cada dos mujeres se ha enfrentado a violencia sexual.
Sin embargo, hay una agresión de la que pocas veces se habla… la económica y patrimonial. La violencia económica se da como resultado del control y poder ejercido mediante la manipulación de sus recursos financieros. Cerca del 25% de las mujeres la padecen en nuestro país.
Si bien se habla mucho de la brecha salarial en nuestro país, que afecta los ingresos de las mujeres y las limita de alguna manera, la mayor parte del problema lo viven aquellas que son dependientes económicos de otras personas, en la mayoría de los casos, de sus parejas sentimentales.
Parecería que es la menor de las violencias, sin embargo, la violencia económica repercute en la vida de las mujeres de una manera profunda y las obliga, en la mayoría de los casos, a no poder enfrentar otro tipo de agresiones en su entorno. En pocas palabras, la violencia económica abre la puerta a la violencia física, emocional y a veces sexual.
No se trata más que una forma de control contra las mujeres por aquella persona que ostenta el dominio económico y que manipula la gestión de los gastos con privación de recursos, produciendo aislamiento y angustia por no poder satisfacer necesidades personales o familiares. La negación a recursos financieros, interferencia con la educación o empleo, endeudamiento forzado y por qué no, imposición de decisiones unilaterales son tan solo algunos ejemplos de esto.
Esta forma de violencia socava la autonomía económica de las mujeres y las deja atrapadas en situaciones de dependencia y vulnerabilidad, Generalmente, pierden la capacidad para escapar de relaciones abusivas.
No hay peor posición que perder tu propia libertad y en tu propia casa.
No hay mayor pérdida para la sociedad que perder a su talento femenino por falta de una independencia económica.
¿Cuántas veces no hemos visto a mujeres, de todos los niveles socioeconómicos, quedándose en relaciones abusivas, tóxicas y en el mejor de los casos, en relaciones que las hacen completamente infelices solo por no tener una forma de ganarse la vida?
La ecuación comienza desde casa. El camino hacia la independencia se vive en la familia. Tuve la fortuna de crecer al lado de una madre trabajadora, productiva e independiente y un padre que la apoyaba. Nunca he concebido la vida diferente. Eso me ha ayudado a tomar mis propias decisiones, pero sobre todo, a salir de relaciones abusivas y tóxicas. Sin embargo, ese no es el caso de muchas mujeres.
Es hoy cuando las mujeres tenemos que prepararnos más, abrirnos al aprendizaje y crecer día con día para poder adueñarnos de nuestras propias decisiones y tomar las riendas de nuestra vida. Hoy, las mujeres debemos procurar construir y trabajar en nuestra independencia económica. Ninguna de nosotras tenemos, ni el futuro asegurado, ni la vida comprada. El destino nos puede llevar a una mala relación y a veces la vida nos da un vuelco inesperado. Siempre hay que tener un plan B, una puerta de salida.
Hoy reconozco a todas aquellas mujeres que son el sustento de su casa y que luchan día a día por sacar a sus hijos y a su familia adelante.
Hoy veo que las nuevas generaciones están empujando fuerte por construir una realidad diferente. Ojalá y así fuera en todo el país, sin embargo, hay todavía poblaciones con un machismo exacerbado o comunidades donde la mujer no tiene acceso a la educación y mucho menos a la independencia financiera.
Generar una cultura de la independencia financiera femenina es imperante en todos los niveles. Comencemos con nuestro entorno, con nuestras hijas, con las mujeres que tenemos cerca y que no han podido tener las mismas oportunidades que nosotras. Por donde sea, pero comencemos, porque merecemos un país donde las mujeres decidan su camino y no se queden atrapadas en cárceles, que aunque parezcan a veces jaulas de oro al final del día, son solo eso, cárceles en su propio hogar.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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