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Por Alma Rosa García Puig

Civilidad significa el comportamiento correcto de un individuo ante la sociedad en la que convive y no se puede separar de un concepto más amplio que es la misma civilización.  Ambas palabras comparten la misma raíz y se relacionan con la ciudadanía y vida pública, así como comportarse con cortesía y modales. En sentido general, la civilización es la suma de una sociedad y su cultura, mientras que la civilidad es el componente de rasgos sociales, buenos o malos, exhibidos por las personas en esa sociedad. La civilidad siempre tiene un componente de responsabilidad con el prójimo.

Hoy vivimos en una sociedad donde la civilidad se cuestiona mucho y en donde frecuentemente es un rasgo concebido como debilidad. Siempre pensamos que las personas corteses y afables serán las últimas en ganar una negociación o una carrera. Se nos ha educado a avanzar en la vida buscando nuestro propio beneficio y no el de la comunidad. Cuántas veces hemos escuchado: “de que lloren en su casa a que lloren en la mía..” o “el que no tranza no avanza”. Así es como nos comportamos inconscientemente en sociedad, pero también vemos estos rasgos en nuestros políticos y nuestros líderes en general.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.