Por Ana Cecilia Pérez
Cada 30 de abril a lo largo de mis más de 40 años de vida he identificado que mi perspectiva sobre este “festejo” o conmemoración ha cambiado radicalmente; claro, la edad, el punto de vista y la experiencia son los que obviamente la modifican, sin embargo este año después de ver un video en donde recomendaban tomar una foto propia de la infancia de entre los 6 y los 10 años de edad, sugerían hablarle a esa foto nuestra y decirle todas las cosas bonitas que probablemente a esa edad no nos decían las personas que teníamos a nuestro alrededor o no reconocíamos y contarle como el paso de los años, las experiencias vividas nos han llevado hasta donde estamos el día de hoy.
Al hacer este ejercicio que simplifique en su detalle, vinieron a mi mente esas voces que he dejado de escuchar, esos olores de personas y de alimentos que ya no están, esas caricias y abrazos que tanto añoro y esas sensaciones de seguridad o de miedo, de frustración o de alegría, pero también de confusión de no entender ciertas situaciones, contextos familiares, eventos que nos afectaron como familia y que no estaba en nuestras manos controlar, por supuesto todo lo anterior con el sentimiento del nudo en la garganta y las lágrimas en los ojos de tantas y tantas emociones.