Por Ana Cecilia Pérez
En un mundo donde las fronteras digitales se han vuelto tan importantes como las físicas, la ciberseguridad ha tomado un papel protagónico en el ámbito de la política internacional.
Las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, con Kamala Harris y Donald Trump como posibles contendientes, traerán consigo enfoques distintos en la protección digital y el fortalecimiento de la defensa cibernética. Pero, más allá de su impacto en EE.UU., estos cambios en el liderazgo estadounidense también tendrán repercusiones a nivel global y, de forma particular, para México, en un contexto donde los conflictos entre Rusia y Ucrania, así como entre Israel y Hamás, han evidenciado la importancia de una ciberseguridad robusta y de alianzas estratégicas.
Las guerras modernas no se libran sólo en campos de batalla físicos; hoy, gran parte de los conflictos incluyen ciberataques que van desde el sabotaje de infraestructuras críticas hasta el uso de campañas de desinformación para manipular la opinión pública. En el conflicto entre Rusia y Ucrania, por ejemplo, los ataques cibernéticos se han convertido en una extensión de la guerra tradicional, afectando redes eléctricas, sistemas bancarios y comunicaciones esenciales. Lo mismo sucede en el conflicto entre Israel y Hamás, donde las amenazas digitales incluyen desde el espionaje hasta ataques directos a la infraestructura digital de ambos bandos.
Para México este contexto representa una clara advertencia sobre la vulnerabilidad de sus infraestructuras críticas en un conflicto cibernético, incluso sin estar directamente involucrado. La falta de una estrategia nacional robusta de ciberseguridad deja al país expuesto no solo a ataques dirigidos, sino también a ataques indirectos que podrían impactar servicios esenciales como la energía, el sistema bancario o el comercio.
Es crucial que el gobierno abandone la postura de austeridad en esta área y realice las inversiones necesarias para proteger las infraestructuras digitales y físicas de México. Además, resulta fundamental que se ofrezcan incentivos y apoyos para que todas las organizaciones, especialmente las pequeñas y medianas empresas, puedan no solo digitalizarse, sino también contar con medidas adecuadas de protección en ciberseguridad. Esta inversión no es solo un gasto, sino una prioridad estratégica que protege la estabilidad económica y social del país.
Kamala Harris en la Presidencia
Si Kamala Harris ganara la presidencia, su enfoque en ciberseguridad podría ser una continuación de la administración Biden, que ha promovido una colaboración más estrecha entre el gobierno y el sector privado para enfrentar amenazas digitales. Harris ha mostrado una postura a favor de fortalecer los derechos digitales, lo cual podría traducirse en regulaciones que exijan a las empresas proteger mejor los datos personales de los ciudadanos. Esto es particularmente relevante en el contexto actual, donde los ataques a infraestructuras críticas y los datos personales son utilizados como armas en conflictos internacionales.
Para México un enfoque de Harris que fomente la colaboración entre países en materia de ciberseguridad podría representar una oportunidad de reforzar sus propias defensas digitales a través de programas de cooperación. Las alianzas en defensa cibernética y el intercambio de información con EE.UU. podrían fortalecer la resiliencia de México frente a amenazas externas, especialmente considerando que muchas de sus infraestructuras de telecomunicaciones y sistemas de energía están interconectados con las de EE.UU. y serían vulnerables ante ataques cibernéticos regionales.
Donald Trump en la Presidencia
En un segundo mandato de Trump, el enfoque podría ser distinto, con una mayor atención en la seguridad nacional estadounidense y una regulación más relajada para las empresas. Trump priorizó la defensa militar en su mandato anterior y es probable que, en ciberseguridad, su enfoque continúe favoreciendo la seguridad nacional con menos intervenciones regulatorias para las empresas privadas. Esto podría significar que las empresas tengan mayor libertad para gestionar sus propias políticas de seguridad, pero también representa un riesgo de vulnerabilidad en sectores críticos.
Además, Trump ha tenido una postura aislacionista en sus políticas exteriores lo que podría reducir la colaboración en ciberseguridad con otros países. Esto afectaría a México de manera indirecta, ya que un enfoque más autónomo en EE.UU. limitaría el apoyo en estrategias conjuntas de defensa cibernética en la región. Para México, esto significaría una menor disponibilidad de intercambio de información crítica y una presión para desarrollar sus propias defensas ante el riesgo de ataques indirectos por parte de actores internacionales en la región.
En medio de un escenario global donde las amenazas digitales cruzan fronteras, México se encuentra en una posición vulnerable. La infraestructura digital del país, que depende en gran medida de la tecnología importada y de servicios interconectados con los Estados Unidos puede convertirse en blanco de ciberataques tanto directos como colaterales. En un contexto de conflicto internacional, como el de Ucrania y Rusia o Israel y Hamás, las infraestructuras de comunicación, energía y finanzas se han convertido en objetivos de los ataques cibernéticos, demostrando que la ciberseguridad es una cuestión de estabilidad nacional.
Para México, el riesgo no es solo el de ataques dirigidos, sino también el impacto de ataques que, aun no teniendo a México como objetivo, pueden afectar sus sistemas debido a la proximidad o la interdependencia con sistemas extranjeros. La falta de una estrategia nacional robusta de ciberseguridad deja al país expuesto a quedar atrapado en medio de los conflictos cibernéticos globales, afectando su economía, la vida de los ciudadanos y su posición en el escenario internacional.
La elección de Estados Unidos no solo definirá la política cibernética interna de la nación, sino también su postura ante un mundo cada vez más amenazado por ataques cibernéticos complejos y constantes. Con Kamala Harris, México tendría una mayor oportunidad de colaborar con Estados Unidos para fortalecer su defensa digital y prepararse para enfrentar los riesgos que los conflictos internacionales pueden traer a sus sistemas críticos. Con Trump, México podría encontrarse más aislado, enfrentando la necesidad de desarrollar sus propias defensas ante una posible reducción de la colaboración con su vecino del norte.
Reconociendo que la guerra también se libra en el ciberespacio, México no puede permitirse quedar rezagado. Fortalecer sus capacidades en ciberseguridad y asegurar sus infraestructuras digitales es clave para proteger su estabilidad y su crecimiento.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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