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Por Ana Cecilia Pérez

El 2024 será recordado como el año en que el término "brain rot", traducido literalmente como "deterioro cerebral", alcanzó el estatus de Palabra del Año según el Oxford English Dictionary. Este término ha capturado la atención global al describir el impacto del consumo excesivo de contenido digital trivial en la salud mental y la productividad. 

Aunque ahora "brain rot" es parte de la jerga de las redes sociales, su primer uso documentado proviene de Henry David Thoreau en su obra Walden (1854), donde criticaba la simplificación de las ideas en favor de lo trivial. Sin embargo, en el siglo XXI, este concepto evolucionó dentro de la cultura digital para describir esa sensación de "atrofia mental" que surge tras horas de ver memes, videos cortos, o caer en interminables bucles de contenido repetitivo en plataformas como TikTok, Instagram o YouTube.

 Vivimos en una era donde la información está a un clic de distancia, pero no toda tiene el mismo valor. La lucha por la atención ha generado contenido cada vez más rápido y superficial, diseñado para captar miradas, no para enriquecer mentes.

 Estudios recientes muestran que el exceso de tiempo en redes sociales puede provocar agotamiento mental, distracción crónica e incluso ansiedad. En este contexto, "brain rot" se convierte en una expresión universal que sintetiza una experiencia compartida por millones.

La elección de "brain rot" refleja una autoconciencia colectiva sobre los peligros de nuestra relación con la tecnología. Este término capta la ironía de una generación que, mientras ríe con memes sobre su incapacidad para concentrarse, comienza a reflexionar sobre los efectos de sus hábitos digitales.

 Oxford señaló que el uso de esta palabra aumentó un 230% en el último año, especialmente en plataformas donde los jóvenes discuten sus experiencias con el exceso de contenido digital. Este auge no es casualidad, sino un síntoma de cómo hemos normalizado —y hasta romantizado— la distracción en la era digital.

La elección de "brain rot" como Palabra del Año no solo debe hacernos reír, sino también reflexionar. ¿Cómo equilibramos el entretenimiento digital con el contenido significativo? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar la profundidad por la inmediatez?

El verdadero desafío no radica en demonizar las redes sociales, sino en aprender a usarlas conscientemente. Tal vez, en vez de lamentar el "brain rot", deberíamos empezar a buscar momentos para "brain bloom"—espacios donde nuestras mentes florezcan con conocimiento, creatividad y conexión humana auténtica.

 ¿Estaremos listos para ese cambio? El tiempo —y nuestras pantallas— lo dirán.

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