Por Ana Cecilia Pérez
Imagina que un día despiertas y descubres que Google ha decidido cambiar las reglas del juego con su inteligencia artificial (IA). No hablamos de pequeñas actualizaciones en el buscador o mejoras en sus asistentes de voz. Hablamos de algo mucho más grande: la eliminación de las restricciones que impedían que su tecnología fuera utilizada para armas y vigilancia masiva.
Si esto no te ha hecho alzar una ceja, piensa en esto: Google está presente en casi todo lo que hacemos en línea. Buscamos información, usamos Gmail, guardamos recuerdos en Google Photos y hasta confiamos en sus mapas para llegar a cualquier destino. Ahora, su tecnología de IA podría ser utilizada en estrategias militares y sistemas de monitoreo, algo que hasta hace poco Google prometía no hacer.
En 2018, la empresa estableció principios claros para el desarrollo de IA, asegurando que no contribuiría a armas, vigilancia extrema o usos que violaran los derechos humanos. Pero, recientemente, Google eliminó estas restricciones con una justificación bastante vaga: el mundo ha cambiado y es necesario adaptarse.
Aquí viene la pregunta importante: ¿de verdad Google está cambiando por el bien de la humanidad o simplemente está abriendo la puerta a jugosos contratos gubernamentales en medio de la carrera global por la supremacía en IA?