Por Ángeles Aguilar
Últimamente pienso mucho en ti… ¿Qué me habrás venido a enseñar?
Teorizo sobre el tamaño de tus manos y cómo hoy apretarían por lo menos dos de mis dedos. Te veo a mi lado, recostada en el jardín sobre tu mantita bordada, esa que quedó guardada en el clóset.
Paso buena parte de mis mañanas imaginando tu rostro y no puedo evitar hacer una mueca estúpida mientras dibujo la forma de tu mirada, tus labios, tu mentón y la fina pelusa de tu cabello.
Te recuerdo flotando apaciblemente, y mi corazón salta al traer al presente la rítmica fuerza de tu palpitar. Reconstruyo todos los sueños que quedaron suspendidos ante el frío diagnóstico: ausencia de latido.
Hoy tu cuna, altar inamovible, se ha transformado en una especie de perchero en donde van a dar los suéteres del día, recibos a pagar, documentos que revisar y uno que otro libro. No pasa nada. No pasó nada, o por lo menos así lo dictan las reglas sociales en las que el simple hecho de hablar de una pérdida gestacional es tabú. Un luto desautorizado, en el que en la cuenta se suman millones.
Cada año en el orbe se producen cerca de 2 millones de muertes de este tipo, es decir, ocurre una cada 16 segundos, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De igual forma, en México sólo el año pasado, el Inegi de Graciela Márquez Colín registró 23 mil 541 muertes fetales. Esto significa que de cada 100 mil mujeres en edad fértil, 67.5 sufrieron la interrupción de su embarazo, contando sólo a aquellas que alcanzaron las 12 semanas. Las que tuvieron una pérdida antes, ni siquiera entran en las estadísticas.
Se dice que la mayoría de las defunciones fetales ocurren de manera precoz, pero no siempre es así. Por el contrario, sólo 27% de ellas suceden entre las semanas 12 y 19. Y poco más de 70% ocurren después de la semana 20; es más, un alarmante 35% se reporta pasada la semana 28, cuando el bebé ya sería viable.
El silencio acompaña a la pérdida gestacional, un mutis impregnado de vergüenza, culpabilidad y dudas. Más allá del diagnóstico, no se otorga mucha información. A su vez, los padrones arrojan que un 5.4% de esas muertes se explican por malformaciones congénitas, 8.4% por trastornos respiratorios y cardiovasculares, y 11.2% por la duración de la gestación y el crecimiento fetal, mientras que un abrumador 29% cae en la categoría de otros trastornos o causas. En otras palabras, en 3 de cada 10 casos se desconoce la razón.
A pesar de las estadísticas, en nuestro país, en donde hoy existen unos renovados ánimos feministas, la realidad es que no hay programas específicos para prevenir este tipo de incidentes y mucho menos de acompañamiento posterior tanto físico como psicológico para las aspirantes a madres que amamantan sólo un sueño roto.
Lo más cercano que se tiene en el Presupuesto es el programa para la “Salud Materna, sexual y reproductiva”, el cual, año con año, pese a las evidentes necesidades, sufre de un enorme subejercicio. De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económico y Presupuestario (CIEP) que dirige Alejandra Macías, en 2023 lo dispuesto para el mencionado programa fue de unos 2 mil 240 millones de pesos (mdp). No obstante, apenas se ejecutaron unos 816 mdp; en otras palabras, hubo un subejercicio del 63%.
Existe una enorme brecha en la atención prenatal. La propia OMS ha hecho ver que, si bien en el país se tiene una cobertura básica del 98%, únicamente el 71% de las mujeres reciben esos cuidados de manera adecuada. Se tienen menos citas médicas de las que deberían, ultrasonidos y otros controles.
De igual forma, para este 2024 se destinaron para ese fin unos 2 mil 758 mdp, un 17% más que lo asignado en 2023. Sin embargo, difícilmente esos recursos superarán el embudo burocrático, máxime en el complejo año electoral que pausó buena parte de los proyectos. Mientras tanto, más gestantes podrían sumarse a la triste lista de quienes, a pesar de no tener un bebé, lloran como madres la pérdida de un hijo que nunca abrió los ojos…
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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