Por Areli Paz
Decepción: el corazón y la mente explotan en cachitos.
Ilusión: Segundos mágicos en donde crees que sí se puede, que sí existe y que es posible
Resiliencia: capacidad emocional de reinventarse y luego volver a caer, círculo vicioso.
¿Cómo explico lo que fue AMLO para México?
¿Cómo pongo un ejemplo que pueda aterrizar física y mentalmente lo que pasó estos años?
Di mil vueltas, durante muchas madrugadas. Escribí cientos de frases, de sensaciones y de realidades que pudieran darme una palabra, emoción, idea, sabor, textura o aroma de lo que fue su sexenio.
No puedo entender la vida sin aterrizar en lo cotidiano, en lo simple y capaz de calmar a mentes que no descansan, como la mía.
En seis años, aprendí a leer a un hombre que brincó estándares políticos y sacudió un tablero conocido.
Desde que lo vi por primera vez en una cabina de radio cuando le recordé que había sido priista, que había bloqueado pozos petroleros y que incluso escribió un himno para ese partido, su primera reacción fue negarlo. Ya desde entonces “le venía manejando” los “otros datos”, los de su realidad que contrastaba los de “la realidad real”.
Creí que los multiversos eran sólo una idea de los cómics. Luego lo vi en acción en el plantón de reforma , su entorno de falsos izquierdistas y ambiciosos vulgares me hicieron dudar más.
Algo me decía que debía seguir su carrera política para descubrir su juego. Siempre le vi cara y trato de dictador. Muchos y muchas se burlaron de mí porque lo dije desde entonces. Hoy me conceden algo de verdad.
A distancia recuerdo cómo anotaba algunas frases, cómo fui topandomelo cada vez más en la vida cercana de México y cómo logró irrumpir en los medios y en la sociedad que sí tenían un cerco alrededor de su persona e ideas.
Lo ames o lo odies, te caiga bien o te caiga mal, te emocione o incomode, defiendas o critiques, Andrés Manuel López Obrador es un personaje que política, social y hasta psiquiátricamente hay que delinear.
Pensé en un platillo, una bebida, un color, un aroma, un sonido, un ejemplo que pudiera ser vívido para cualquier mexicano mayor de 18 años que tiene una credencial del INE.
Cómo explicar que su realidad contrasta con la de millones que reclamamos un mal sistema de salud, inseguridad, violencia, 200 mil asesinatos, 5 millones de pobres de los pobres, 224 mil personas muertas en una pandemia que no debían morir, obras magnas inconclusas, mal hechas, costosísimas y que devastaron el medio ambiente. Cómo explicar que la mentira se volvió verdad y que la corrupción, el crimen, el tráfico de influencias, la misoginia y el nepotismo se han vuelto aplaudidos y socialmente respetados.
Cómo explicar que militarizó oficialmente, que desactivó al poder judicial y debilitó a las instituciones.
Cómo entender que hizo a los periodistas sus enemigos y los combatió con furia, una que no le vimos con delincuentes.
Cómo entender que no escuchó a las mujeres, desapareció a los desaparecidos y aplaudió a los dictadores.
Cómo explicar que es verdad que repartió dinero y que ese dinero sí le cambió la vida a millones de mexicanos que habían sido abandonados por otros gobiernos, que sí subió el salario mínimo, que sí le dio a los “ abuelitos” una lana y que les extendió la calidad de vida.
En una conversación con un amigo al que le acaban de romper el corazón, me cayó la idea de cómo explicar el sexenio del de Tabasco.
Lo ubiqué como ese hombre o mujer que trata, convence, seduce, lleva a la cama, te dice que te quiere, te es infiel, te promete, se redime y al final, te abandona en el vacío.
En 6 años de seguir día a día, discurso a discurso entendí que la mejor forma de explicar lo que fue AMLO para este país fue con la de un mal amor, sí, de esa forma podría darle forma a las sensaciones, críticas y emociones que causa, no sólo en mí, sino en una sociedad cansada de decepciones sistemáticas con políticos mentirosos, opacos, corruptos o inútiles.
Muchos le creyeron como cuando uno cree en los malos amores.
Y entonces, llegó la analogía…
Nunca fue mi tipo, nunca me gustó, nunca lo amé, nunca la amé, no se me antojó, no me dio mal pensamiento, pero, era lo que había y traté de que funcionara, pero no.
Esa es la triste historia de muchas y muchos que por la vida nos vamos topando con malos amores, antes de que uno llegue al bueno, cumplidor y capaz de tolerarnos.
En la política pasa igual, ahí vamos buscando en las urnas a aquel o aquella que por fin nos cumpla.
Yo siempre lo supe, Andrés Manuel no era el indicado, años de verlo, entrevistarlo, seguirlo, analizar y escudriñar en esa extraña personalidad egocéntrica, carismática y brutalmente capaz de dominar sentimientos, conversación y votos.
Sabía que no era un buen amor, pero también sabía que si la mayoría lo había elegido había que convivir y reconocer lo bueno que hiciera. Ahí estaría mi foco.
A seis años de distancia, de verdad jamás me imaginé que fuera tan mal presidente, ya sé 36 millones de votantes creen que es el mejor del mundo, pero justo ellos están en la etapa de enamoramiento, esa que te nubla la vista, te borra la consciencia y seduce el cuerpo para que bailes al son que quiere.
Pero los que vemos un panorama distinto, tenemos el corazón roto. López Obrador es esa decepción amorosa del que no queríamos, pero intentamos querer para sobrevivir.
Me hubiera encantado equivocarme, me hubiera encantado tragarme mis palabras y decir que fue un gran presidente. Pero no.
De hecho 6 años después sí pensé que pasarían dos cosas, se combatiría la pobreza y viviríamos en un México más seguro, tantito más de eso y hubiera pasado a mejor historia.
¿Cómo se cura un mal amor? El tiempo, sólo ese nos dará perspectiva a los que lo aman con locura y a los que no, el arrepentimiento no bastará, habrá que sanar y buscar construir esa opción que al final termine siendo, el buen amor, el capaz, el real y el que no deje dudas del mejor futuro.
Mi amigo con el corazón roto ya leyó este texto, él sabe que tendrá que sanar, recuperar fuerzas y avanzar para toparse con el mejor amor.
A este país también habrá que cuidarlo en la decepción, con los retazos y en la oportunidad de construir a mejores políticos.
Vaya reto, para el corazón y para la realidad de este país.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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