Por Areli Paz
Cordura: Línea recta colgante, sostenida a 100 metros de altura y por la que debes caminar sin red.
Depresión: El peor castigo para una mente que quiere ser feliz.
Humano roto: Todos, no hay uno que se salve.
Soy un tazón de cerámica rota y vuelta a pegar. De hecho todos los humanos lo somos, hemos aprendido a vivir con las líneas del error, el fracaso, la frustración, el enojo y la cordura perdida.
En la cultura japonesa existe la técnica llamada Kintsugi, que consiste en reparar las piezas rotas de cerámica que se rompen y en lugar de disimular la rotura, la hacen más visible, incluso usan polvos de oro o plata líquida para ponerle “más valor” a las heridas… las de la cerámica.
Siempre critiqué a las que le gritaban para reclamar algo injusto.
Yo fui una de esas. Enfurecí contra el valet que le dio un golpe a mi auto. Las evidencias eran claras, él había sido. Le reclamé calmada, le dije dime la verdad, no me voy a enojar. Y pues insistió en mentir y decir que la loca era yo. Por supuesto me enoje, levante la voz y “manotee”. Me detuvo una señora que dijo pobre hombre lo estás maltratando y sí, decidí que no podía ser suave con uno que me mentía en la cara. Todo terminó en que me llevé el enojo a casa.
El auto se arregló y la vida siguió. La mía, él seguro no reparó en su error, la mentira hoy en día se ha vuelto algo común y hasta tolerable. Yo me contuve.
Otro día, alcance al dueño del perro que dejó su suciedad en la calle, “oiga, se le olvidó esto de su perro” y se lo puse en una bolsita, ya sólo quedaba que se lo llevara y nada, sólo dijo gracias.
Por supuesto me enoje, quería alcanzarlo y embarrarle en la cara lo que su perro había “ olvidado “ en la banqueta. Me contuve.
El hotel de junto, o el restaurante de junto, muy nice pero ruidoso, pone música a eso de las 4 de la mañana, por supuesto me despierta y es inevitable enojarse. Cuando está lo más padre del sueño hay que despertar abruptamente. Por supuesto reclamé y fui tomada de loca. Me contuve.
Se me quemó el teléfono, literal lo exploté, laboral y físicamente. Me contuve.
Llevo semanas de contención, ahora resulta que enojarse está mal, que decir la verdad está mal, que reclamar tus derechos es quejarse y que si algo no te gusta y decides decirlo entonces eres la vieja loca.
Ahora entiendo a esas y esos que son filmados reclamando su derecho. Dicen que el que se enoja pierde, y es verdad… Uno pierde la cordura, la paciencia y se transforma en un humano no conocido. En uno que el espejo no reconoce y los de junto menos.
Llevo días en depresión, ya sé, es normal el padecimiento que tengo es justamente ese, una depresión de bajo impacto que un día me alcanza, otro día le gano y así vamos por la vida luchando para no toparnos por muchos días. Luego quiero pensar que no existe y que solito se va, total, no hay motivos. Según mi mente.
Luego recuerdo que no, que debo tener rutinas, comer sano, dormir bien, hacer ejercicio, spa, risa, trabajo extremo y lograr conexiones diarias para que mi cerebro entienda que es muy feliz.
Todo el tiempo trabajo en conexiones sanas, divertidas y permanentes. ¡Todo el día, todo el tiempo, a todas horas! Es un trabajo agotador. Pero así me tocó. Luego me detengo en mi pequeño mundo y la realidad de los de junto no es muy distinta.
También son humanos rotos, también van pegando sus trozos de cerámica y vida como pueden. Algunos son altamente exitosos.
No he vuelto a pensar en la ventana, pero sí veo a mi alrededor gente que anda buscando la suya.
Somos humanos rotos, pero capaces de pegarnos otra vez, con oro, plata o material que sea. Perder la cordura es normal, es humano, pero no es sano.
Hay gente que te sostiene de alguna o de otra forma, ellos no lo saben, pero sí hacen un trabajo bueno para mentes caóticas como la mía.
Seguramente tú que me lees o pasas por ahí, necesitas saber que es normal romperse, que es normal pegarse y que los pedazos rotos que no encajan se llenan de formas distintas.
Luego uno encuentra un modo de respirar profundo y agradecer eso que se tiene y que da valor a la vida.
El país, la política y lo que viene puede hacernos perder la cordura, no dejemos que se rompa, que nadie nos empuje de esa línea recta a la que uno se aferra a veces no sabes ni cómo.
Por qué hablar desde mi experiencia, porque justamente eso nos hace más humanos; reconocer que perdemos la cordura, pero que la recuperamos en segundos es en lo que no podemos fallar.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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