Por Areli Paz
Estridencia: exceso que altera todos nuestros sentidos
Discusión: Conversaciones incómodas que deben tener un ganador o ganadora
Conversación: intercambio incómodo de ideas, nadie sabe más, nadie tiene la razón, sólo es cada percepción del mundo.
Polarización: juego que todos jugamos, y en el que al final todos vamos a perder.
Hoy todo es ruido.
Corten tantito su respiración y volteen a ver a los y las de junto. Cierren los ojos y noten lo solos que estamos. Somos tantos y no nos escuchamos, no nos vemos, no nos sentimos, ahí vamos avanzando estridentes en la vida queriendo imponer nuestra voluntad, gustos y opiniones.
Ruido visual con imágenes de un reel, que en 5 segundos deben captar nuestra atención. Balaceras, asesinatos, decapitados, persecuciones, rutinas de ejercicio extremas, dietas, belleza inalcanzable, imágenes que saturan cada célula de nuestros ojos.
Ruido auditivo, el que grite más fuerte será más escuchado. “Lord me porto mal” o “Lady tu las traes”, insultos, descalificación y todo lo que intente imponerse como idea única. Voces sin sentido o dirigidas para sumarnos en grupos como si fuéramos sectas.
Ruido olfativo, todos olemos a todo, entre tanto, pocos podemos reconocernos y diferenciarnos. Algo se pone de moda y el aroma es común, básico y ya nada exclusivo.
Ruido en el recuerdo de nuestros sabores, ya todo lo que uno se lleva a la boca es susceptible a ser criticado, por su costo, por su consistencia, por su origen, por su novedad o porque joder al de junto también se ha vuelto deporte común y en ocasiones extremo.
Más allá de la política, del futbol o la religión, hoy todo nos confronta.
El triunfo de Trump demostró que las voces de los extremos, misóginos y discriminatorios tienen eco.
Los triunfos de Trump y Sheinbaum tienen paralelismos, discursos populistas, polarizadores, reconocimiento sólo a sus afines, tsunami de votos y potaje de poder absoluto.
Pero no es lo único que nos enfrenta, todos y todas jugamos en la línea de la estridencia, unos más, unos menos, pero todos cayendo a la menor provocación.
Hice un cuestionario para mis amigos periodistas, actores, actrices, abogadas, amas de casa y científicos.
Nuestras profesiones y opiniones suelen ser disparatadas, extremas, pasionales y en muchas ocasiones desgastantes, decirnos la verdad es un juego que con la edad hemos asumido, pero no nos gusta.
¿Por qué queremos tener la razón todo el tiempo?
“ Porque nunca nos enseñan que equivocarse está bien y es parte del camino. No nos enseñan a familiarizarnos con la vergüenza de equivocarnos”, dice el más creativo.
“Porque la ciencia me avala”, dice el biomédico.
“Porque lo explico desde las leyes”, avala la abogada.
“Porque lo digo yo”, por supuesto ella es la amiga mamá.
“Porque la tengo”, dice el más arrogante.
¿Cómo frenamos la polarización?
“Dejando de oír a los que no tienen la razón”, dice una, “la polarización nunca se acaba, es parte de nosotros y nos gusta, la disfrutamos, si no ¿de qué pelearemos?”
“Hablando, construyendo, tratando de escuchar más, ignorando a los tontos o tontas, no haciendo caso de los y las “ pendejas”, dejando de insultarnos, no hablando de ciertos temas”
La respuesta más brillante fue la de un actor, ese que representa muchas vidas en su propia vida, “Porque la polarización es muy parecida al poder, es una ley universal tiene dos polos y ambos existen al mismo tiempo”
Justo ahí estamos parados en el poder, en mandar, en el querer imponer, en validar nuestra verdad, en creer que las conversaciones incómodas son personales, en no escuchar a los de junto, la estridencia no está aislando de lo importante, lo útil y lo que trasciende.
Ser estridente no está mal, sólo hay que saber para qué.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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