Por Areli Paz
Sororidad: Amor, cuidado, respeto y abrazo entre mujeres.
Equidad: Trato justo, verse a los ojos a la misma altura y distancia. Mismo tono.
El día que lleguemos todas, espero poder verlo.
Cuando mi hermana y yo peleábamos, mi mamá nos mandaba a una esquina a reflexionar. Repetía que solo nos teníamos la una a la otra y que debíamos ser una alianza, no una confrontación.
En mi familia, las mujeres sí tenían voz. Mi bisabuela, que quedó viuda, tuvo que ganarse la vida vendiendo máquinas de coser Singer. Se convirtió en una vendedora excepcional, indispensable para la marca en la Ciudad de México.
Crecí aplaudiendo el éxito de las mujeres de mi familia, escuchándolas y tratando de seguir sus ejemplos. Pero —siempre hay un pero— la admiración y el cuidado se deterioraron al comenzar mi vida laboral.
En el mundo de hombres había que comportarse como uno, había que demostrar carácter, había que demostrar que no era sensible, que podía pasar las mismas horas trabajando sin queja, a subir la voz por encima de otras, a verlas como competencia en una pista olímpica de atletismo.
Afortunadamente, la vida te regresa a los orígenes y buenos hábitos. Cuidar a las mujeres que nos rodean no es solo un hábito, es una obligación diaria.
Algunas de mis contemporáneas siguen atrapadas en el maltrato, la humillación y el abuso de poder. Seguramente, la vida les dará el tiempo necesario para reconocer a las mujeres que tienen cerca.
Para llegar todas hay que llamarlas por su nombre, hay que reconocer su labor, hay que escucharlas, hay que poner atención a sus necesidades, ser empáticas con sus dolencias, buscarlas, cuidarlas, respetarlas, hacer que las que vienen detrás no sientan que será una lucha de egos, ayudar a crecer, ayudar a multiplicar sus recursos, recomendarlas, empoderarlas, decirles que se puede, legislar por ellas si es tu misión de vida, darles un lugar y respetar su voz si tienes mayores oportunidades.
Si venden algo, cómprales. Si escriben algo, léelo. Si cambian vidas, promuévelas. Si está en peligro, ayúdala. Si necesita trabajo, recomiéndala. Si es brillante y exitosa, apláudele y comparte su éxito. No te compares, no las humilles, no te burles de sus debilidades.