Document
Por Areli Paz

Juventud: divino tesoro, literal, sobre todo porque no te duele nada, nada te cruje, nada te afecta con secuelas de días o semanas. La gravedad mantiene todo en su lugar.

Vejez: Para estos tiempos de caos, llegar a viejo o vieja ya es un privilegio, claro, te cruje todo, todo te afecta con secuelas de días y semanas. La gravedad es una batalla continua. 

Rendición: Acto de bondad con uno mismo.

Claro, cuando eres joven tienes la piel más brillante, suave, dura y  te recuperas rápidamente del desgaste diario, ya sea trabajo o fiesta.

 El estrés pasa por el embudo del valemadrismo, el futuro parece lejano y la sabiduría del “creo, pienso, siento” es retadora. 

Mantener la juventud es una idea milenaria, todas las culturas han dejado vestigios de cómo podían preservar la fuerza, la fertilidad y el poder sobre su cuerpo. 

El elixir de la juventud no es un slogan, es una cita cotidiana de hombres y mujeres que temen perder su presencia física frente al espejo. Su seguridad o reconocimiento en la juventud. 

A veces ver nuestras fotos de jóvenes asusta, pero “por qué me dejaban peinar así, por qué me vestía así, ¿y esos cachetes?, qué estaba pensando para salir así a la calle”, no soy yo, es la humanidad, el pasado asusta pero no por los hechos sino porque nuestro rostro y cuerpo revelan el inevitable paso del tiempo. 

Hoy, la industria antienvejecimiento  se  valora en más de 42 mil millones de dólares y se estima que para 2032 sume casi 70 mil millones anuales, según los últimos datos de Fortune Business Insights. 

Cosméticos, tratamientos faciales, corporales, ejercicios, ropa, alimentación, es una lucha frenética que unas viven más que otras. Respetable y entendible en un mundo en donde nos dicen que la juventud es buena y la vejez mala, en donde la publicidad compite por la belleza en edades en las que no hay que ponerse nada más allá del agua, desodorante y jabón. 

La derrota de Demi Moore en los premios Oscar, abrió la puerta de la burla, la crítica y la reflexión, porque eso es el cine, coyuntura e historia que pasa a veces inadvertida y que al paso del tiempo termina por explicarnos mucho de lo que nos perdemos planeando futuros inciertos. 

Burla porque con el triunfo de una joven de 25 sobre la madura de 60 cumplen con la historia real de La sustancia.  Una crítica mordaz de cómo la industria del entretenimiento tiene a muchas  mujeres y hombres viviendo en silencio una angustia eterna por no perder la belleza, la firmeza y lozanía de la piel para continuar vigentes. 

Crítica, porque algunos y algunas creen que en la industria del cine no se valora la historia de mujeres “ de edad” y se prefiere dar papeles e historias a las jóvenes. Lo que en la vida real también permea. 

Muchas dicen:  “Ya por la edad es mucho más complicado encontrar un empleo, cuando tu competencia tiene 20 años menos. No, ya a las viejas, (dice una de 42) nadie nos  quiere a menos que inviertas en mantener la juventud y el dinamismo, de otra forma estás condenada al olvido. Lo que le pasó a Demi pasa mucho, seas quien seas hagas lo que hagas, si hay una más joven no te voltean ni a ver, ya la experiencia no cuenta, menos si deben pagarte más”, todas estas voces son de mujeres profesionistas y exitosas, y aún así, también temen verse en el espejo y reconocer que el tiempo pasó. 

Micey Madison ganó por extraordinaria actriz, pero también hay que ser compasivos con que en la academia aman las coyunturas políticas, incluso el host hizo referencia a que Anora sí tuvo el valor de enfrentar al oligarca ruso. Tema espinoso hoy en el mundo frente a un Trump rendido a Putin. 

Todo tiene que ver, mucho más cuando esta conversación pasa de la pantalla a la vida real, en donde mujeres jóvenes y maduras siguen defendiendo y buscando un lugar. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.