Por Areli Paz
Un par de zapatos: lujo, deporte, fiesta, escolar, para la nieve, para la lluvia, los de descanso, los de tragedia y horror.
Teuchitlán: La puerta del infierno, seguramente no será la única que veremos abrirse.
Desdén: Actitud reprobable de todos los niveles de gobierno.
Nunca he sido amante de los zapatos. Tengo otras fascinaciones en la vida.
Los uso, los cuido y procuro que sean cómodos, que me ayuden a soportar el día a día.
Sí amo y conservo unos tacones negros de aguja que me recuerdan un momento festivo.
Ahora tengo cariño por los tenis, me entreno para un maratón y he encontrado en unos tenis un cuidado especial de mi cuerpo, de mi integridad física y mental.
Mi vida no se basa en unos zapatos o tenis, pero a partir de la tragedia del campo de exterminio de Jalisco la idea tomó otra dimensión.
No son sólo zapatos apilados, olvidados o abandonados, son historias que fueron puestas en pausa a la fuerza.
Las imágenes de Teuchitlán han sido brutales.
Una pila de tenis, al menos 200 pares. Mochilas, retazos de ropa, llaves que no abrirán ya ninguna puerta, credenciales y mucha, mucha negligencia de las autoridades de todos los órdenes de gobierno. Ninguno se salva.
No son sólo zapatos. Son historias, son vestigios de lo que fue un hijo, hija, tío, primo, hermana, amiga, vecina o padre en un rancho que servía para reclutarlos, entrenarlos para las filas del crimen o asesinarlos.
La imagen de zapatos apilados es un recuerdo del horror, uno que se vivió en Alemania, en Auschwitz, el mayor campo de concentración y exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Su historia estremece, igual que la de Jalisco.
Son dos historias distintas, pero tienen un mismo símbolo: la muerte.
En la mañanera del miércoles cuando el tema de la tragedia del campo de exterminio en Teuchitlán ya era un escándalo mundial, la presidenta habló de agua, de vida saludable y abrió con la frase “buenos días alegría”.
Fue lamentable ver a la gobernadora del Estado de México echarle porras a la presidenta, ver a todos aplaudir mientras en el aire estaba la pregunta ¿qué sabe del campo de exterminio de Jalisco?.
A ver, no está mal tener buena actitud frente a lo que sea, pero tantita consideración y sobriedad a la tragedia no es un trabajo presidencial, sino una respuesta humana ante el dolor.
No está mal hablar de obras hídricas, lo que está mal es la jerarquización. La importancia que le dan a lo que sí importa, a lo que duele.
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