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Por Areli Paz
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Mamá: un privilegio de vida 
Deseo: idea que trata de llenar tantito ego
Instinto: deseo innato que desarrolla habilidades inimaginables

Cuento esta historia en primera persona, porque no tengo el privilegio de ser mamá. Hoy es 10 de mayo  y en los especiales del día leerán en esta página mucho de lo bueno, lo malo, lo difícil, la falta de políticas públicas y sociales para las que logran ser mamás. Tengo una historia de no maternidad que celebro. 

Nunca jugué a las muñecas pensando que serían mis hijas o hijos. 
En el juego del papá y la mamá, prefería ser la hija. 
Jugaba a hacer noticias con unos audífonos y una grabadora viejita, en cuanto pude  escribir también se volvió una pasión.
Contaba historias con todo y efectos especiales. Corría mucho, gritaba en exceso y reía más. 

Cuando tenía 17 decía que no tendría hijos, que mi mente estaba concentrada en la carrera que había elegido. 

A  los 27,  pensaba que igual y uno, a quién le dejaría mi historia y esfuerzo laboral. 

A los 34,  fue la primera dosis de realidad, no puedes ser mamá. Lo tomé a la ligera, dije,  al fin que ni quería. 

Primera cirugía, salvemos al útero, qué tal que algún día podría.  
Avancé en la vida con esa idea, claro mi cuerpo se deterioraba, eran dolores infernales, ojos vidriosos  todo el tiempo  por el dolor, sonrisa congelada de no pasa nada,  yo  no sería  una cobarde. 

Segunda cirugía, ahora,  mi cuerpo nunca hizo conexión con la idea de ser madre. Llevaba toda la vida buscando el éxito y la vida me ponía en la historia de que mi mejor éxito sería salir bien librada de esta.  Ahí, sí me dolió. ¿Por qué yo no podría, qué había de especial en otras mujeres que yo no tenía, quién se creía que era la vida para negarme algo? Mi batalla mental y física  chocaba. ¿Por qué si amaba a los niños no habría uno mío, por qué si soy mandona como mamá no tenía a quien darle órdenes y pedirle el “dese de la desa”,  por qué tenía una casa dónde recibirlo no había espacio?

Fue un proceso, lo acepté y llevé mis pensamientos a los rincones del hubiera. Me resigné. 

Adoptar era una opción. Difícil en este país. Mi batalla mental con medicamentos que segmentan mi vida para no colapsar eran un impedimento. ¡Nadie quiere una mamá loca!

Me repuse. Sobre todo a la gandallez social de cuestionar todo el tiempo la falta de hijos. 

Hace poco, descubrí que en realidad no quería ser mamá. Lo hice justo cuando mi hermana nos dio la noticia que Iñaki estaba en camino. Entendí que amaba la idea de ser tía, que en mi vida loca laboral no había espacio para un pequeño o pequeña que necesitaban de mi plena atención, con trabajos puedo cuidarme yo, que siempre tuve miedo a ser una mala mamá, que me asustaba pensar en que le heredaría algo malo, que en realidad cuando lo pensaba era por presión social o por soberbia de cuestionarme porque yo no. 
Hoy es más fácil asumirlo y aceptar que lo que natura no da, no da. 

Felicidades a las que lo planearon, a las que cumplieron en su sueño, a las que tomaron las riendas de una decisión, a las solteras, a las que usan procesos médicos, a las que tuvieron que asumir su no planeación. 

Felicidades a las que decidieron que no.  

Seguramente mi experiencia le dará a otros la oportunidad de plantearse una vida con y sin hijos, y que de todas formas será plena, divertida y emocionante. 

Al fin,  ser tía también da oportunidad de jugar tantito a la idea de ser una mamá… Pero sin tanto estrés.

✍🏻
@AreliPaz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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