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Por Aribel Contreras

No, nos confundamos. El anuncio de que dos terceras partes de las vacantes que se abren para al concurso de ingreso al Servicio Exterior Mexicano (SEM) serán para mujeres, no da como resultado en automático una política exterior feminista. Que ya era hora, sí. Que ya se habían tardado, también. Que aprovecharon el momento de usar el mes de marzo para dar el anuncio, cuando este mes es considerado como el mes de la mujer, quizás. Pero de eso a afirmar que ya con esto se avanza hacia una política exterior a favor de la mujer, está muy lejos.

 

Agradezco mucho a quienes me han escrito en privado (por diferentes canales de comunicación) para proponerme a que aplique a dicha convocatoria. Pero mi respuesta en privado, la hago pública: “no me interesa aplicar”. Yo ya demostré que, por mis propios méritos, mi capacidad intelectual, mis habilidades blandas y mis conocimientos de idiomas, geografía nacional e internacional, historia de México y mundial, economía, derecho nacional e internacional, entre una gran serie de otros temas, sí aprobé las etapas uno y dos para este examen en verano de 1998. Y como lo externé hace un par de años atrás en la red social X (antes Twitter), fue devastador que un embajador misógino fuera miembro de la Comisión de Ingreso al SEM ya que nos negó la oportunidad a mí, a dos de mis compañeras de la Maestría en Estudios Diplomáticos del Instituto Matías Romero (IMR) y a quién sabe cuántas mujeres más. Nos dijo en la entrevista que forma parte de la tercera etapa: “usted ¿qué hace aquí?, ¿qué no entiende que las mujeres no sirven para la diplomacia mexicana?, usted algún día se va a embarazar y no nos va a servir, váyase”. Sí, me corrió del proceso de entrevista sin haberme preguntado absolutamente nada de lo que me tenía que cuestionar en términos disciplinares. Esto fue una profunda agresión verbal hacia mi persona por ser mujer. Jamás olvidaré cómo retumbaron mis oídos al escuchar estas palabras, mi rostro sonriente se desdibujó, y ninguno de los otros dos integrantes de dicho grupo de entrevista dijeron nada. Al contrario, su silencio fue la luz verde a ese atropello por el hecho de ser mujer. Recuerdo que ellos eran: una funcionaria de piel muy clara, cabello negro, cara redonda, usaba lentes y su nombre era Blanca. El otro era un embajador alto, apiñonado claro y si mal no recuerdo, de nombre Francisco. Ambos fueron cómplices de esta bajeza durante el proceso de ingreso al SEM en 1998.

 

Pero el miserable que nos truncó la posibilidad de desarrollarnos en una carrera diplomática a varias mujeres, siguió en varias embajadas y otros cargos públicos. Ahora ya está retirado, pero hizo mucho daño. ¿Su nombre? Claro, lo pongo en mayúsculas: JORGE ALBERTO LOZOYA LEGORRETA, para que no se le olvide a nadie y menos a quienes se jactan de presumir que ya con esta cuota de 66 mujeres, se “avanza” en la paridad de género en el SEM. Que no se les olvide a aquellos embajadores en retiro que se atrevieron a defenderlo en un chat de Whatsapp que tienen y que hasta osaron cuestionar dicha denuncia pública minimizando mi experiencia. Que no se les olvide al interior y al exterior del SEM la manera en que varias mujeres han tenido que luchar contra el acoso laboral, los machismos y las misoginias. Que no se les olvide a quienes son testigos de tantas arbitrariedades hacia mujeres cuyas denuncias no prosperaron por el simple hecho de tener una vagina y no un pene.

 

Este terrible hecho no solo se trata de mí sino de todas aquellas mujeres que han sufrido maltrato y atropellos de cualquier índole y de cualquier rango en las dos ramas del SEM. Las cuotas impuestas a veces justo son para maquillar las desigualdades de género. Imponer 66 lugares puede ser una mera fachada de meter a quienes, aunque no tengan méritos, ingresen, con tal de cubrir la cuota y pararse el cuello de que hay equidad de género. No habrá de sorprendernos que en este concurso entren mujeres que, aunque no tengan las credenciales necesarias, sí tengan la afinidad de la ideología política “requerida”. ¿Cuántos personajes vemos de nombramientos políticos en varias embajadas y consulados que se convierten en una indignación para los mexicanos y las mexicanas?.

 

Seguramente habrá quienes estén en desacuerdo con estas líneas que escribo porque creen que en verdad nuestro país está avanzando hacia una política exterior feminista a través de estos 66 lugares. Pero les respondo anticipadamente, a mí no me cuentan. Lo que yo viví mientras estudié en el IMR no debe minimizarse, sobretodo si le sumamos (como cereza del pastel) que el Embajador Agustín García-López Loaeza jamás se dignó a recibirme en su oficina para darme retroalimentación de mi tesis. Fue el propio IMR quien le solicitó -por escrito con carta firmada de la Embajadora Olga Pellicer en calidad de directora general- ser el lector de mi proyecto de investigación para graduarme de la maestría y nunca me recibió para darme comentarios, observaciones y/o mejoras.

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