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Desde hace tres meses dos preguntas permanecen constantes en mi vida “¿Cómo te sentiste? y ¿Cómo fue despertar con una noticia así? Y mi respuesta hoy sigue siendo: no lo sé. No estoy segura qué sentimiento tuve, qué sensación recorrió mi cuerpo, y no me acuerdo del primer pensamiento que pasó por mi cabeza.

Lo que sí recuerdo con claridad es la inmediata reacción de mi familia, amigos, compañeros, directivos de los lugares donde trabajo y mucha gente que me ha permitido ser parte de su vida a través de los espacios de comunicación donde interactuamos. Tengo presentes las palabras y acciones de apoyo de organizaciones nacionales e internacionales, del Presidente de la República y de integrantes de los tres niveles de  gobierno. Pensé, y sigo haciéndolo, en mis compañeros que en los estados se enfrentan a diario al peligro que representa ser periodista en México. En aquellos de los que desconocemos muchas veces sus nombres hasta que los amenazan, los exilian o los matan. Esto no puede seguir sucediendo.

Aquel día eran cientos de mensajes que intenté responder uno a uno, no estoy segura de haberlo logrado y esa es una de las principales motivaciones para escribir este texto: para darte las gracias por tu mensaje, tu llamada, tu visita inesperada, tu regreso del pasado, tu inclusión definitiva en mi presente y en mi futuro. Gracias a ti.

El día fue muy oscuro, pero la claridad apareció en el transcurrir de las horas cuando las palabras “no estás sola” se volvieron actos y me di cuenta que realmente no estaba sola.

Uso esta analogía: es como caminar por una calle con otras personas, y de pronto alguien amenaza con disparar; estamos frente a frente, ellos y nosotrxs, quienes a pesar de no ir juntxs, perseguimos el mismo objetivo. Ante la inesperada amenaza me quedo de pie, helada, y cuando volteo a los lados, miro hacia atrás e, incluso, al frente; me doy cuenta que las personas estaban ahí de pie. Juntas levantando la cabeza por el otro, cubriendo con su cuerpo el del otro, sabiendo que aunque visiblemente el objetivo era uno, en realidad éramos todxs. Nadie se tira al suelo. Seguimos caminando, ahora conscientemente juntxs.

Y ahí corroboré que solo así, juntxs, podemos construir un espacio mejor para todxs los ciudadanos. Porque México ya no puede seguir siendo territorio de muerte, no podemos normalizar el horror. Solamente unidos y de pie podemos lograrlo.

Me han preguntado mucho también qué significa el tatuaje en mi antebrazo izquierdo. Inicia con una flor de loto como muestra de resiliencia, unida a un unalome que con sus líneas muestra el camino de cada quién en búsqueda de la plenitud... Después les contaré lo que significa el de mi antebrazo derecho.


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