La discapacidad es un tema que a mí me toca de manera directa, personal y emocional: tengo un hijo de 10 años con parálisis cerebral y esta situación estadística me ha orillado a ver de cerca el inmenso vacío de oportunidades y la injusticia en el acceso a los derechos básicos que viven las familias con alguien con discapacidad. Y digo familias, porque cuando una persona vive con una condición, no la vive sola: todo su entorno cercano cambia, se modifica y la mayoría de las veces se empobrece. De eso escribimos todos los días en el sitio que fundamos con Katia D’Artigues, www.yotambien.mx.
Y siempre me pasa lo mismo y terminamos haciendo la lista de todas las cosas que faltan, que se omiten, que se quitan, que se abusan, que no se cumplen en nombre de esta minoría silenciosa e invisible. Las personas con discapacidad están fuera de cualquier proyecto, plan, modelo o iniciativa pública o privada.
Entonces decidí hacer un ejercicio inverso, ¿qué pasaría si en un mundo utópico el 100% de las personas accediera a todos sus derechos, estuvieran activos laboralmente, con el mismo nivel educativo, atención a su salud y libertad de elección de vida?
Ayer el Banco Mundial publicó un reporte sobre Discapacidad en América Latina y el Caribe y es un buen punto de inicio para imaginar y poner números y dinero al asunto. Y dentro de este enorme y super jugoso informe clave la pupila en México.
Según el BM, excluir a las personas con discapacidad de la economía de cualquiera de los 46 países de la región equivale a perder hasta 7% del PIB. Entonces, sumarlos agregaría ese mismo porcentaje.
Si nos ajustamos al tamaño de la economía mexicana (con un producto interno bruto de 2.463 mil mdd) incorporar a las personas con discapacidad representa unos 172 mil 410 millones de dólares. ¿Esto es poco o mucho? Los contextos siempre ayudan.
Si todos los números salen como vaticina el Banco de México, este año las remesas romperán la barrera de los 50 mil 000 millones de dólares (mdd), esto quiere decir que las personas con discapacidad incluidas al 100% en la vida activa equivale a multiplicar por 3.4 veces lo que envían desde Estados Unidos “los héroes vivientes” que nunca olvida el Presidente en sus discursos. Otra referencia: las personas con discapacidad (PCD), produciendo en nuestra economía serían cuatro veces las exportaciones agropecuarias del país.
El mercado interno estaría mucho más sólido.
Según el Banco Mundial, cada hogar mexicano con alguno de sus miembros que viva con alguna discapacidad pierde un 4.3% de sus ingresos. Si tenemos en cuenta que el ingreso promedio trimestral de un hogar es de 50,309 pesos, se dejan de ganar unos 2012 pesos.
Según Inegi, hay en el país 35,7 millones de hogares. Aplicando el porcentaje de personas con discapacidad que reveló el último censo (16.5%) podemos inferir que son 58,905 los hogares con alguien con alguna condición. Si le agregamos esa ‘pérdida’ de 4.3% de sus ingresos, son 119 millones de pesos mexicanos que se suman a la economía nacional cada trimestre.
Y las armadoras de coches estarían felices de aumentar su cuota de mercado interno (que tanto les cuesta crecer, versus sus exportaciones). Este reporte del Banco Mundial indica que en 51.3 % de los hogares sin personas con discapacidad tienen acceso a un vehículo, mientras que solo 38% de aquellos que sí tienen a una personas con discapacidad.
¿Los bancos necesitan más clientes en el boom de las fintech? Aquí tienen un mercado listo para atacar. Según el Centro de Inclusión Financiera, en toda Latinoamérica 15% vive con alguna discapacidad (85 millones de personas) pero solo 0.5% es cliente de alguna institución financiera.
Si los datos los extrapolamos a México según Inegi hay 9.9 millones de mexicanos con discapacidad dentro de Población Económicamente Activa (PEA), es decir que serían potenciales clientes y menos de un 1% tiene relación con una entidad bancaria.
Y por último pero no menos importante (de hecho es el corazón del desarrollo económico de todos) es muy revelador leer en este reporte que está medido que “educar paga”.
“Un sistema de educación inclusivo produce beneficios de largo plazo: los retornos económicos de la educación son casi tres veces más altos para las personas con discapacidad que para el promedio mundial de las personas sin discapacidad”. Es decir que por cada año adicional de educación, la probabilidad de que una persona con discapacidad ocupe los quintiles de ingreso más bajos disminuye en casi 5 %. Además, la inclusión educativa beneficia a todos los estudiantes, aportando ganancias difíciles de cuantificar, como la construcción de sociedades más inclusivas y justas.
Las personas con discapacidad piensan distinto: son más creativas y con una enorme capacidad de resiliencia y fidelidad hacia quienes les dan oportunidades tanto escolares como laborales.
Hay que pensar la discapacidad de una manera diferente: como una enorme cantera de talento que significa millones de dólares que ni el gobierno ni las empresas han entendido cómo abordar y capturar.
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