Por Brenda Crabtree
Mi madre terminó su vida un día de mayo del 2008. Fue contundente, un solo intento, sin marcha atrás. A tres días del día de la madre.
Su último contacto conmigo fue un par de días antes, donde al final de su mensaje me escribió: “has conseguido lo que querías (me habían contratado en mi trabajo actual, que me ha hecho muy feliz) y sé que siempre estarás bien”
Recuerdo a la perfección el semáforo en el que leí su mensaje… sonreí…
Sabía que estaba orgullosa de mí.
Mi mamá tenía enfermedad bipolar. Vivió sólo 56 años, pero la mitad de ellos, enferma.
Paradójicamente, cuando mejor estuvo mentalmente, fue cuando decidió irse para siempre.
No estoy molesta por haber tomado su decisión final, no… la he aceptado con toda la compasión y amor que tengo, cada día que he vivido sin ella.
No deja de ser lo más violento que he vivido en la vida, y, aun así, lo acepto y respeto, no porque no me quede de otra, sino porque he entendido que muchas veces vivir resulta en sólo sobrevivir sin rumbo ni sentido y con profundo dolor, por una enfermedad tan compleja como la suya.
A mi madre le falló todo el mundo: la sociedad, su familia y todos los adultos cercanos a ella. Simplemente la abandonaron… no por malos, sino por ignorancia e insensibilidad a los temas de salud mental… Y de paso, nos abandonaron a nosotras, sus tres hijas, siendo menores de edad.
Si ahora sigue habiendo estigma y falta de empatía hacia las personas que viven con alguna enfermedad mental, antes era tremendamente peor. Además, en un país donde existe un retraso en el diagnóstico y atención de los trastornos mentales afectivos, de más de una década, mi mamá no fue la excepción en ser parte de dicha estadística. Como consecuencia, su deterioro fue inminente y con ello, su sufrimiento de no poder ser quien realmente era, de ser una carga para nosotras, de no encajar, de no ser independiente, de muchas veces no entender qué le pasaba…
Incluso después de su muerte, nos falló el sistema y el Estado: más de 16 horas entre el ministerio público y SEMEFO, sin atención por parte de personal preparado y sensibilizado en suicidio, ya ni hablar de atención psicológica al trauma de ser sobrevivientes.
Yo pagué su funeral con mis ahorros de residente de especialidad y solicité por primera vez en mi vida una factura para deducción de impuestos. Así me estrené como contribuyente.
Y aún en el funeral, le fallaron sus familiares porque no querían avisar a sus seres queridos que mi madre se había suicidado… simplemente porque hablar de eso, aceptarlo, era muy molesto y trasgresor…
Mi mamá era hermosa. Aún hoy, si alguien habla de ella, invariablemente me lo menciona.
Ha sido la mujer más creativa, inteligente, simpática, fuerte, luchadora y amorosa que he conocido. Cuando ella murió, sólo pensaba que no debía tener hijxs, para no hacerles pasar por lo mismo… y es que el dolor que sentía, simplemente me ahogaba.
Aun así, tuve dos hijas.
Habiendo sobrevivido un duelo de un poco más de 20 meses, donde lo insoportable se volvió tolerable, 9 meses después, nació mi primera hija… María. Con su llegada, mi hija terminó por aliviar mi terrible orfandad. Y es que cuando le hablaba y cantaba, sentía que yo era mi mamá, la que estaba dentro de mí… mi madre, la que me mimó y me amó profundamente. Fue así como comprendí, que incluso en su corta estancia por mi vida… con ese gran amor, yo estaba siendo la madre de mis hijas.
Mi mamá… la única que tengo.
No hay día que no la piense, no hay semana en que no les hable a mis hijas de ella, con profunda gratitud, orgullo, amor y compasión.
Sus enseñanzas y consejos han marcado mi trayectoria, aún hasta el día de hoy.
Mi madre, con quien viví y sobreviví 20 años de su enfermedad; con quien pasé los momentos más sórdidos, oscuros, desesperados y dolorosos de mi vida, es también, con quien pasé los momentos más felices, divertidos y amorosos de mi niñez.
Mi madre, la que me dio amor a manos llenas, de ese que trasciende la vida misma y que me ha alcanzado para vivir mi vida, incluso sin ella, hasta el día de hoy… y estoy plenamente segura de que también, me alcanzará para los días que me seguirán...
*Brenda Crabtree
Hija de Patricia. Mamá de María y Greta.
Infectóloga e investigadora
Adendum:
En México, de acuerdo a datos INEGI, las muertes por suicidio se han incrementado en un 50% en la última década, con un pico mayor en los años postpandemia.
Todos los suicidios son potencialmente prevenibles. Hablar de ello, es prevenir.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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