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Por Brenda Estefan

Desde el sábado 13 de julio, una imagen ha saturado las redes sociales y las televisiones de todo el mundo: Donald Trump, con una oreja ensangrentada y el puño en alto, arengando a sus seguidores tras ser atacado por un tirador. Su posición como favorito para la presidencia del país más poderoso del mundo, junto con esta escena surrealista, ha acaparado la atención global. Sin embargo, en los últimos años, muchas democracias han sido golpeadas por episodios de violencia política.

En 2018, en medio de la carrera por la presidencia de Brasil, el entonces candidato Jair Bolsonaro fue apuñalado. En Japón, el ex primer ministro Shinzo Abe fue asesinado en plena campaña electoral en julio de 2022. En Ecuador, en 2023, el candidato presidencial Fernando Villavicencio fue asesinado a tiros al salir de un mitin. En Eslovaquia, el primer ministro Robert Fico resultó gravemente herido el 15 de mayo de 2024 tras recibir cinco disparos. Estos incidentes, aunque menos comentados, también han sacudido a países democráticos.

La violencia no solo afecta a las figuras de alto perfil. Sus familiares y políticos locales también han sido blanco de ataques. En octubre de 2022, el esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, fue atacado con un martillo en su casa. La diputada británica Jo Cox fue asesinada durante la campaña del Brexit y, recientemente, el eurodiputado alemán Matthias Ecke fue agredido. Mientras que en México, el reciente proceso electoral se convirtió en el más violento de la historia moderna de este país con 34 candidatos asesinados.

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