Por Brenda Estefan
A unos días de cumplirse un año del ataque terrorista de Hamas en Israel y el consecuente inicio de la guerra en la Franja de Gaza, el Medio Oriente vive una escalada de violencia que amenaza con convertirse en un conflicto de mayor magnitud.
Israel ha intensificado su ofensiva en Líbano en las últimas horas. En la noche de este miércoles, cinco personas murieron en un ataque que tuvo como objetivo un centro de socorristas de Hezbolá en pleno corazón de Beirut, según informó el Ministerio de Salud libanés. Se trata del segundo ataque israelí que golpea el interior de la capital libanesa en lo que va de esta semana. Tsahal, el ejército de Israel, también continúa sus ataques por tierra y aire en el sur de Líbano en lo que describe como una operación "limitada" dirigida contra posiciones de Hezbolá.
La intensificación de los ataques israelíes se presenta tras el lanzamiento de cerca de 200 misiles de Irán sobre Israel el día anterior, una respuesta de Teherán a la eliminación del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, el pasado 27 de septiembre.
El asesinato del líder del grupo terrorista se suma a una serie de ataques recientes a la red de aliados iraníes a quienes Teherán nombra el "eje de la resistencia", entre los que se encuentran Hamas en Gaza, Hezbolá en el Líbano y los hutíes en Yemen. Por lo tanto, Irán enfrentaba dos malas opciones: no responder al asesinato de Nasrallah y a la ofensiva israelí, perdiendo así su credibilidad, o atacar, asumiendo el riesgo de represalias de Israel y posiblemente de Estados Unidos. Teherán eligió la segunda opción.
Aunque la mayoría de los misiles balísticos iraníes fueron interceptados por los sistemas de defensa antiaérea israelíes, con la ayuda de Estados Unidos, Israel ha dejado claro que habrá una respuesta al ataque.
Washington, aunque con poca influencia directa sobre el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, sigue siendo un actor relevante en este conflicto. La seguridad de Israel es una prioridad no negociable para Estados Unidos, pero Biden ha instado a que la respuesta israelí sea "proporcional". Netanyahu, quien ha intentado durante años frenar el avance nuclear de Irán, podría estar evaluando opciones que incluyan ataques aéreos para retrasar el programa iraní, pero el presidente Biden ha expresado su oposición a que su aliado ataque instalaciones nucleares iraníes y seguramente está tratando de influir para que la respuesta no escale aún más las hostilidades.
Mientras tanto, Israel ha declarado "persona non grata" al secretario general de las Naciones Unidas, acusándolo de no condenar explícitamente la agresión iraní, lo que ha añadido tensiones diplomáticas a un escenario ya volátil.
En Gaza, la situación no es mejor. Mientras se siguen abriendo frentes de guerra, el conflicto en el enclave palestino, que ha cobrado la vida de más de 40,000 personas, sigue vigente. El ataque perpetrado en Tel Aviv este martes, que dejó al menos siete muertos, es un recordatorio de que la guerra con Hamas continúa.
Desde luego que Israel tiene derecho a existir, tiene derecho a la seguridad y a buscar que los 100 rehenes que siguen en manos de Hamas sean regresados. Lo que no está claro es cómo esta guerra, que ya está abierta en al menos tres frentes (Gaza, Líbano y Yemen), va a lograrlo. ¿Puede este nivel de conflicto garantizar la paz?
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, está haciendo valer su superioridad militar en la región. Israel gana tiempo, decapita a organizaciones terroristas, pero esto de ninguna forma hace de Israel un lugar más seguro; de hecho, incrementa el odio y aumenta los riesgos. Mientras la fuerza sea vista como el único lenguaje posible en la región y no se avance hacia una solución de dos estados, Israel nunca será verdaderamente seguro.
Además, Irán cuenta ahora con aliados estratégicos como Rusia y China. No hay que olvidar que Rusia recibe drones iraníes para la guerra en Ucrania y China se mantiene como un socio comercial clave. Ambos países han mantenido un perfil bajo en la actual crisis. Pero no está claro cómo reaccionarían estos aliados si el territorio iraní fuera atacado directamente.
Los líderes que han intentado rediseñar el Medio Oriente a través de la fuerza han fracasado a lo largo de la historia. George W. Bush, con su invasión a Irak en 2003, soñaba con un "nuevo Medio Oriente", solo para enfrentar años después la amenaza del Estado Islámico. La historia de la región ha demostrado que la victoria militar no garantiza una paz duradera.
Hoy, las placas tectónicas del Medio Oriente están en movimiento. La región se enfrenta a un momento crucial, donde el destino de millones de personas depende de decisiones que pueden prolongar el conflicto o abrir una puerta hacia el diálogo.
No hay pausa, no hay tregua, ni negociación por ahora, y tristemente la sangre de los civiles en Medio Oriente sigue derramándose.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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