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Por Clarisa Toledo

Tal vez ella misma sea una Presencia, alguien que viene y nos trae mensajes de ese tiempo y ese lugar por el que transitó a través del dolor, de la ausencia. Corrió todos los riesgos, como en una partida de ajedrez y volvió para regalarnos sus estrategias de vida.

Qué belleza fue encontrarnos por casualidad y pensar que eras otra, alguien a quien conocí hace tal vez más de 30 años. No fue un error, ahora lo sé. Ese era el lugar preciso del «encuentro» para cruzarnos porque la primera lluvia del año, que llegó en marzo, nos empujó solo para reconocernos. Hicimos una cita para después de mi cumpleaños. Nos volveríamos a encontrar el 4 de abril por la mañana, el día de la inauguración de tu exposición. A lo largo de la semana hice todos los intentos para traer de mi memoria tu nombre… ¿A quién voy a entrevistar? Llegó el día y confieso que pensé en cancelar más de una vez, me resistía, pero las señales fueron claras, una llamada, una voz, una confirmación. Así llegué al Centro Cultural San Pablo, a la hora convenida y conversamos más de una hora; ahora mientras escucho la grabación no fue una entrevista. Hablamos para reconocernos de otro tiempo. Ahí estabas, radiante, lista para contar tu camino, sobre tus hallazgos, las revelaciones. De cómo apareció la escritura, el lenguaje, la poesía en medio del barro, de las formas. Un tiempo inédito de volver a casa y poco a poco volver tu casa un Refugio de Presencias.

El Centro Cultural San Pablo, de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, se abrió completo para acoger «Presencias en su intimidad» de la escultora Nour Kuri (Ciudad de México) una muestra que incluye un gran tablero de ajedrez de 4x4 metros con piezas de más de un metro cada una, colocado en el atrio y donde los visitantes pueden darle jaque a la dama por amor. Además de 70 piezas, que ocupan desde el retablo y la Capilla de El Rosario y todas las salas del recinto.

«Oaxaca para mí fue el dolor más grande que he sentido. Estaba aquí cuando supe que mi mami había muerto, así que Oaxaca se volvió una espina metida en el corazón. Ese episodio significó un cambio en mi vida. Nunca pensé que esa separación me traería al mismo tiempo una vida nueva. Fue un parteaguas. Siento que mi madre me mandó de regalo mi encuentro con el barro. La Nour que ves ahora es la más realizada, la que vuela en libertad. Cada obra ha sido un reto y un encuentro muy íntimo. Nunca sé que va a salir. No hago bocetos, tomo el barro y me dejo y me voy, lo escucho y me escucha».

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