Por Por Claudia Pérez Atamoros

La ensoñación excesiva es un estado mental que hace que quien lo experimenta sienta que está viviendo una fantasía; como si estuviera en un sueño.

El ensueño es una palabra que deriva del latín “insomnium”, pero ¡no!, no significa lo que se lee y suena: insomnio, sino que quiere decir que se encuentra alejado de la realidad, que se ha perdido la capacidad de alerta… 

Entonces, ¿es una ensoñación la paridad salarial? Depende. Si se lanzan las campanas al vuelo y se cree que por conquistar algunas cimas este arroz ya se coció, ¡pues sí que lo es!; además de riesgoso, por la comodidad y dejadez que ello acarrea. —Si a mí ya me subieron el sueldo, las demás ¿qué?

El soñar despierto no tiene nada de malo siempre y cuando se actúe conscientemente para lograr esas metas por más inalcanzables que parezcan. No se trata solo de la famosa “cuota de género” sino de qué hacemos con ella.

El ejemplo más próximo está en Claudia Sheinbaum. Se sentará en la silla presidencial, se convertirá en la primera mujer en hacerlo y sus emolumentos serán los mismos que recibió AMLO.

¡Hurra, hurra!, ¿hurra? ¡Para nada!, es indispensable esperar y ver qué hará por su género en todos los sentidos, pero desde luego, el salarial; no en balde las mujeres en México “aportan tres veces más valor económico que los hombres por el trabajo no remunerado” mientras que “tareas como el cuidado de personas dependientes o la limpieza del hogar representan el mayor porcentaje del PIB de México con un 24%, más que los sectores económicos punteros del país como la industria manufacturera (22%) y el comercio (20%), según un estudio publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).”

Datos puros y duros, abundan, como también las historias y las tristes anécdotas de cómo muchas mujeres seguimos trabajando “porque así nos educaron” sin darle mayor importancia a que nuestros sobres sean “sobradamente” más delgados que los de nuestros compañeros de labores o que, incluso, ni siquiera lleguen.  En este sentido, vale la pena echarse un clavado a la columna que el pasado 8 de agosto escribió en Opinión 51, Sonia Garza, en donde refiere que “el progreso en la reducción de la brecha salarial de género ha sido demasiado lento. A este ritmo, ONU Mujeres advierte que se tardará casi 300 años en alcanzar la paridad económica de género”. Y continúa “La disparidad de remuneración obedece a varios motivos, siendo uno de los principales los antiguos estereotipos basados en el arquetipo del hombre como sostén de la familia. Las mujeres suelen ser contratadas con un salario inferior al de los hombres… su menor presencia debida a responsabilidades familiares o al goce de un horario flexible también pueden ocasionar disparidades de remuneración…”

Así mismo, varias columnistas en nuestra plataforma se han referido al tema de la brecha salarial. Es un asunto que no hay manera de soslayar, sea el día conmemorativo o cualquiera de los otros 364 del año.

Zinnia Padilla, columnista invitada, el año pasado nos compartió que “el asunto es multifactorial. Encontramos fenómenos como el ‘techo de cristal’...Aparece el ‘peldaño roto’, aquel escalón que por más que “estiremos la pierna” nos pone demasiada distancia para alcanzar el siguiente nivel…El Foro Económico Mundial señala que por cada 100 hombres que son recomendados y admitidos en puestos gerenciales, 72 mujeres son promovidas y contratadas en cargos del mismo nivel…” . Nos habla de estereotipos patriarcales, de balancear la autoestima y seguir alzando la voz para acallar la crítica.

Por su parte, Fátima Masse también ha escrito en sitio de Opinión 51 sobre el tema y ha destacado que “Por un lado, para dimensionar qué tan grande es la brecha salarial de género en sentido estricto –mismo trabajo, misma paga– necesitaríamos tener acceso a los registros de nómina de los centros de trabajo para contrastar los sueldos de las mujeres y los hombres en el mismo puesto. Hoy en día esto es inaccesible fuera del Gobierno Federal. En donde, por cierto, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha encontrado que existe una brecha salarial de 8% en los puestos de mando. A pesar de que las secretarías de Estado cuentan con un tabulador bien definido, hay pocas mujeres que llegan a los niveles mejor pagados”.

Muchas más han escrito sobre esta preocupación en nuestra plataforma y en ella se pueden encontrar los textos, pero menciono, por último, a Sofía Ramírez quien, en una columna sin desperdicio, escribió: “Hace unos días, en un congreso de pediatras (casi todos hombres de edad mediana), uno me preguntó de dónde sacaba yo mis datos porque las mujeres empleadas en salud no ganan menos que los hombres. Más que una pregunta era un reto: frente a varios cientos de personas debía repetirles que el sexismo existe en un sector (salud y asistencia social) en el que dos tercios de las personas empleadas son mujeres…

Yo no tenía duda de la veracidad de mi afirmación: las mujeres en posiciones directivas dentro del sector salud ganan hasta 18% menos que los hombres. La respuesta que yo creo que es la correcta no equivale a negar la veracidad de la premisa del médico…Pero también es cierto que hay factores determinantes en una trayectoria profesional de una mujer que impiden que igual número de mujeres lleguen a posiciones de mando… Un doctor dedica en promedio menos horas a lavar la ropa y a cocinar que una doctora.”

Total, que la desigualdad salarial, la brecha, la disparidad o como gusten y manden llamarle, es real, existe y coloca a las mujeres en una posición de desventaja no solo económica sino laboral. Y aquellas que ya han logrado acceder a puestos directivos y salarios superiores a los de sus compañeros no me dejarán mentir y coincidirán en que una vez subido ese escalón se enfrentan a otras tantas escaleras emocionales en donde la pareja debe tener una madurez e inteligencia emocional muy bien cimentada para no despeñarse y sentirse “menos hombre” porque su mujer ha alcanzado un salario mayor.

¿O no? 

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