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Por  Claudia Pérez Atamoros

PARTE II

La Reportera

¡YO PREGUNTO LO QUE INTERESA!

Así, enérgica, contundente, sin amilanarse ante un espacio repleto de hombres, respondió Rosa Castro tras el grito  del colega cubano que le espetó “usted no tiene derecho a hacer esa clase de preguntas”.

Rosa Castro fue de las poquísimas mujeres periodistas que asistieron a “La Operación Verdad” convocados por el gobierno de Fidel Castro en enero de 1959 para dar a conocer al mundo la verdad de lo que estaba sucediendo en Cuba y desmentir al gobierno estadounidense que alegaba estaba siendo una cacería de brujas 

¿Está usted haciendo justicia o venganza?

La pregunta sí era para dejar boquiabiertos a Fidel y sus revolucionarios; más, viniendo de una mujer periodista y, para colmo, “de izquierda e invitada por su gente”

A su lado, estaba como testigo de aquella dura pero necesaria pregunta, Isaac Rojas Rosillo.

“Yo era amiga de Teté Casuso a quien las autoridades mexicanas metieron a la cárcel porque en su casa se encontró todo el arsenal que se estaba enviando a Cuba. Cuando Fidel triunfó, ella se convirtió en la encargada de Relaciones Públicas con los periodistas. Y organizó la conferencia “Operación Verdad” a la que me invitó. 

“Fui, lo demás es historia.

Me quedé en Cuba un mes y retraté la verdad. Seguí los pasos de Fidel. Hice una crónica de cuando llegó a Manzanillo: ese lugar de la provincia de oriente era como uno de los pulmones de la revolución…”

Amiga incondicional de José Clemente Orozco, Tamayo, Alfaro Siqueiros, Revueltas, Gaona, Peón, Kahlo y de Rómulo Gallegos desde su Venezuela; admirada por las mujeres periodistas de su generación y su época como Rosario Sansores, Elvira Vargas, Concha de Villarreal, Adelina Zendejas, La China Mendoza, Bambi, Poniatowska… Referida por González de la Garza, José Luis Cuevas, José Luis Martínez, Ezcurdia… y tantos más, Rosa Castro hizo del periodismo su pasión.

Fue espiada por los servicios de inteligencia de nuestro país por su actividad, por los amigos que solía tener y por su filiación de izquierda; fichada con la anotación “catálogo comunista” por la Dirección Federal de Seguridad solían seguirla a todas partes y luego emitir reportes como:

“CASTRO Rosa.

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Exp-30-38-960.

FS/04|6/11

H-28-L-1.-Marz-4-60.-El dia 2 del actual fué oradora en el acto que se efectuó en el local de la Asociación Mexicana de Periodistas, y dijo que en México no se sabe nada de lo que lo que sucede en CUBA por que la: Agencias noticiosas sólo pasan lo que le conviene el Imperialismo yanqui., y que en su viaje a Cuba tuvo la oportunidad de conocer a Catro Ruz y de conocer las atrocidades de Batista y que la Revolución Cubana en la de Latinoámerica” (sic).

Y así como éste hay cientos de informes sobre su vida, que si acompañó a Siqueiros a Coahuila a un mitin comunista, que si comió con el corresponsal chino que en realidad era un agente, que si participó en tal o cual acto, que si visitó a Lombardo Toledano, que si éste le solicitaba entrevistas… 

Le  pisaban los talones, pues.

Aún así, nada la amedrentó. Su seguridad y fuerza eran únicas. La presionaban para revelar sus fuentes y contestaba tan fresca “son secretos profesionales”. 

Trabajó a destajo, sin parar. Sabía de la fragilidad de su mente y de su cuerpo. No le gustaba perder su tiempo ni gastarlo en sandeces.

Se afilió al Partido Comunista Mexicano en 1928; ayudó, al doctor Alfonso Millán, a fundar el Hospital psiquiátrico Floresta en 1938; fue secretaria de actas, en 1942, de la Unión de periodistas cinematográficos mexicanos (UPCM); se afilió al Sindicato de Redactores de Prensa; ideó junto con Miguel Ángel Mendoza y Oswaldo Díaz Ruanova, la fundación de Pecime, 1945, (Periodistas cinematográficos de México), asociación de la cual fue la primera presidenta.

Creó,  junto a los Llergo, la revista  Siempre! y ahí se convirtió en la primera mujer jefa de información; fue fundadora de la Sociedad de amigos de China Popular, en octubre de 1953; en 1958, participó en la creación de La Asociación Pro-Salud Mental del Niño; y  está considerada dentro de las primeras mujeres columnistas del país.

“Rosa tiene una posición política definida, Rosa ha hecho una carrera dentro del periodismo mexicano que le debe un lugar de honor… Rosa es la defensora de los débiles, Rosa es la que siempre, en la posición más difícil, sabe salir avante. Rosa es otro ser que ama la vida… Rosa Castro es en muchos aspectos el punto lúcido y laborioso del periodismo de mi patria, la suya también porque ella ha contribuido a hacerla, ya sea en la política, en el arte, en el profesionalismo de una carrera antes vedada a la mujer”. La China Mendoza, 1973

Rosa Castro fue la única <reportera mexicana> invitada, en 1960, al Segundo Encuentro Mundial de Periodistas realizado en la ciudad de Viena, Austria 

Dicen diversos textos que impactaba a sus colegas de ambos sexos pues poseía no sólo una inteligencia y cultura poco común para la época, sino que, además, tenía un atractivo sensual que no pasaba desapercibido y que, de hecho, no pasó desapercibido para Diego Rivera, Narciso Bassols…y aquel capitán del buque Potrero del Llano, con quien sí estuvo a punto de casarse…

Sus nietas Lorenia y Artemisa evocan anécdotas e incluso haberle un día preguntado: 

—  ¿Te acostaste con Diego Rivera? 

Aquella, su abuela, que repudiaba a la gente sosa y las preguntas tontas, pero adoraba las filosas y directas,  les contestó:

—¡No!… aunque sí tenía los pies fríos.

—¿Cómo lo sabía entonces? Se preguntan. 

Mauricio Gonzáles de la Garza, dejó otro testimonio escrito sobre la atrayente figura de Rosa Castro en relación con Narciso Bassols. “Es el comunista más decente que ha dado este país. Tuve una aventura amorosa con él, pero él no se enteró. Cuando era ministro de Educación, yo andaba de medio actriz (1931-32). Un día unos amigos me invitaron a cenar con él. Los cabrones se fueron desapareciendo uno a uno. Nos quedamos Narciso y yo. 

“Terminando la cena se ofreció a llevarme a casa y acepté. Cuando llegamos, vi que despedía al chofer. Fue una sorpresa. La conversación había sido sobre muchos temas, pero no incluyó la coquetería. Me encaminé a mi puerta y vi que pensaba que lo iba a invitar a pasar. —¿Quiere que le pida un taxi? No se atrevió a contestar.

“Mire señor ministro -y le sonreí para que no pensara que me quería hacer la virgencita que riega las flores por la mañana- para el coito se necesitan dos y aquí solo uno está dispuesto…y le cerré la puerta”. 

Continuará…

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