Por Claudia Pérez Atamoros
PARTE III
La periodista y sus medios
El ingreso formal de Rosa Castro al periodismo fue en 1938, en la revista Jueves de Excelsior con una columna sentimental. Su carrera cinematográfica la desarrolló a la par y en la cuarta y última parte de esta recuperación, se pondrán los puntos sobre las íes sobre esa trayectoria llena de mitos y datos erróneos.
Escribió en sus inicios para La Familia y coadyuvó a Alberto Manrique Páramo en la redacción de notas para el periódico de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), El Popular, en el que él fungía como fundador, director y accionista. Aunque tuvieron dos hijos no vivieron nunca juntos. En esa época Alberto, el mayor, tenía 12 y Edmundo 8 años. El único recuerdo que guardó el hijo menor de su padre, según me contaron sus hijas: correteándole por Paseo de la Reforma.
Eduardo Correa y Manuel Horta, editores de la época, percibieron su talento y la impulsaron. En Excélsior, Rosa compartió redacción con Carlos Denegri y Concha de Villarreal, quien años después murió en un manicomio en Venezuela.
Rosa Castro tenía para entonces casi 32 años. Nació el 1 de diciembre de 1906 en la parroquia de Catedral, en Caracas, Venezuela, según refiere el 22 de diciembre de ese año la primera autoridad civil, Antonio Madríz Lander, hija natural de Dominga Domitila Hernández (una de las mujeres de Cipriano Castro, como se señala en el libro Yo Dictador me Confieso de Perico Ramírez) .
El 16 de enero de 1908, fue bautizada en la misma Catedral y ahí fungió como testigo Trino Castro, general caraqueño, hermano y compadre del ex dictador, padre de Rosa de acuerdo a las únicas dos pruebas documentales que obtuve: El acta de bautismo (encontrada por Juan Bello Osio) y el testimonio jurado de dos medios hermanos de Rosa, de que su padre fue Cipriano Castro, obtenido por esta reportera a través de una fuente tras el pago de la nada despreciable suma de cien dólares.
Las otras fuentes vivas, sus nietas; así como los escritos publicados por La China Mendoza, Elena Poniatowska y González de la Garza.
Al derredor de ella sólo se respiró siempre cultura, arte, periodismo. El padre de sus hijos se desenvolvió como pez en el agua en ese mundo de noticias, galeras… de papel y primicias, de suelas gastadas y titulares únicos, de las relaciones públicas y la publicidad; y a ella la enamoró.
Creció al cobijo de la intelectualidad y la izquierda mexicana. Se tuteó con todos ellos; aprendió de la pluma de Rafael Solana, Carlos Pellicer, Vidaurrutia, Elizondo, Novo, Gamboa y tantos más.
Trabajó en muy distintos y variados medios por poco más de 5 décadas. Escribió para El Día (gran historia de periodismo femenino se cuajó en ese diario y pronto la contaré para Opinión 51), Diorama de la Cultura, México en la Cultura, Últimas Noticias Segunda Edición, Novedades, en la revista Cine, Cinema Reporter, Diario Fílmico, Revista Derby, Contenido, Revista de Revistas, Celuloide, y otros muchos que se pierden en los anales de la historia del periodismo femenino no contado ni escrito… en los que llegó a cobrar entre ¡50 y cien pesos por publicación!
Se codeó con la crema y nata del periodismo masculino como Enrique Ramírez y Ramírez, Mario Ezcurdia, Fernando Benitez, Luis Spota, con Renato Leduc aquel que escribió: “sabia virtud de conocer el tiempo; a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo... “.
Aliada a su modo, de las grandes féminas, pioneras del periodismo en México como Magdalena Mondragón o Ana Salado; siguió siéndolo de las que le precedieron como Bambi, Rosa María Campos, y otras tantas más.
En los años 30 y 40´s fue sujeto de gran interés para la Policía Secreta, para el Departamento Confidencial de la SEGOB y para la Oficina de Información Política, por su relación personal con Alberto Manrique Páramo, colombiano exiliado en México, quien había sido allá en su patria, director de La Gaceta Republicana, el periódico de izquierda desde donde se arengó a los obreros a manifestarse en contra de la importación de uniformes militares; hecho histórico que derivó en la llamada La Masacre de los Sastres y, después, por su simpatía y nexos con el comunismo mexicano, y con los gobiernos chino y cubano.
Fue reportera de a pie, articulista, columnista, jefa de información, editora, escritora. Su primera entrevista fue al primer tarahumara presidente municipal de Batopilas, Chihuahua y fue publicada en Hoy, en dos partes, 15 y 16 de abril de 1939.
Como le confesó a Noemí Atamoros (Entrevista, Excélsior, Sección B, 1972) se hizo la promesa de que a partir de ese momento nada ni nadie la separaría de su carrera periodística.
“Sobreviví a los tres directores periodísticos más difíciles” dijo siempre Rosa Castro.
Se refería a Pagés LLergo (de las revistas Hoy y SIEMPRE!); a Fernando Benítez (suplemento México en la Cultura de Novedades); y a Manuel Becerra Acosta (Excélsior).
“Los tres me llenaron el alma de piedritas, pero me publicaban, que al final de cuentas era lo que a mí me interesaba”.
“Pagés LLergo es un periodista nato. Duro como una piedra, dice que ha sido mi ´coco´ pero nunca ha podido vencerme. Sabe apreciar el trabajo y la honradez, virtudes muy importantes en un periodista.
Fernando es muy difícil, pero es un gran periodista. Él solía decirme “cada año te enojas conmigo y te vas, pero regresas”; así era…
Becerra Acosta ¡cristo mío, qué caso! Gritaba e imponía terriblemente. Una que otra vez me trataba amablemente.”
Sus columnas Genio y Figuras en Excélsior y Galería del mundo en El Día fueron muy leídas por la agudeza e inteligencia de sus contenidos casi siempre relacionados con la cultura y sus exponentes. Se publicaron por más de 10 años.
Escribió tres libros, publicados por el Fondo de Cultura Económica, FCE, que hoy serían auténticos best sellers:
Cuidado al comer, un reportaje sobre la alimentación insalubre y las enfermedades que ocasiona; La explosión humana, con datos durísimos, en 1974 más del 50% de las mujeres no usaban un método anticonceptivo correctamente o, lo abandonan; y, Los fracasos escolares, un estudio-reportaje que revela las causas del abandono escolar, la ineficiencia de la enseñanza y la ineptitud del Estado. ¡Testimonios escritos hace 50 años! Y todo suena taaaan familiar…
Gran parte de sus reportajes y crónicas son verdaderas guías del buen quehacer periodístico.
Cartas del Sureste (fue reportaje seriado, no libro), La religión con 4 siglos de historia en México, La responsabilidad del Escritor, Epístolas a Fernando Benítez, sus espléndidas crónicas de viajes a Japón, a China, a Cuba…la biografía en 15 capítulos, en Hoy, Sobre la ruta de Carrillo Puerto, el Mesías del Motul.
Realizó una Encuesta enciclopédica sobre todas las actividades en México durante 50 años en política, periodismo, crítica, industria y que se publicó durante 15 meses, única en su tipo.
Capítulo aparte son las entrevistas hechas a los artistas, pintores, muralistas literatos y a los políticos como aquella exclusiva para el mundo con el Mariscal Chen-Li, Ministro del Interior en China Popular; Las crónicas desde Cuba y la conversación con Gabriel García Márquez apenas publicara Cien años de soledad y que puede encontrarse en internet gracias a la republicación que de ella hizo la revista Proceso:
… ¡Basta! Este novelista que es García Márquez, este poeta de la loquísima locura literaria (que tanta falta hace en nuestras letras), bien puede tener razón al llamar a su libro Cien años de soledad, pues todos esos habitantes de Macondo, esos Arcadios y Aurelianos I, II y III, todos ellos locos de loquísima locura en la creación de sus vidas, eran otros tantos poetas enajenados en diversas formas y escalas, y ¿qué poeta hay que no cargue consigo la sensación desgarradora de una gran soledad?...
Soledad que acompañó a la Rosa periodista, a la Rosa escritora, a la Rosa actriz. También a la mujer. A esa Rosa que buscó a través de terapias encontrar el rumbo y tirar el ancla en puerto seguro. Dejar atrás los demonios de la angustia y la ansiedad. Porque como le dijo el psiquiatra a la familia, —Rosa no se puede contener.
Continuará…
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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