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Por Claudia Pérez Atamoros

YO NO SOY PRIMERA DAMA, SOY LA COMPAÑERA MARÍA ESTHERMaría Esther Zuno Arce de Echeverría, esposa de Luis Echeverría Álvarez, presidente de México (1970-1976)

Así rechazó el título que sus antecesoras habían ostentado. Tras la toma de posesión de su marido pidió a la prensa que la llamaran “compañera”. Primeras damas somos todas en nuestro hogar. Compañera es la expresión que identifica entre sí a los correligionarios que luchan y a las mujeres que trabajan; por eso me gusta que me llamen así. Yo he querido ser compañera en el sentido pleno de la palabra, la que comparte y participa.

Mantener fresca la memoria siempre ayuda. A veces pueden parecer déjà vu. Lo son. María Esther Zuno jugó un papel preponderante en la representación de empatía con las clases populares. Uno de sus primeros actos fue bautizar Los Pinos como La Casa del Pueblo (sí sí ya sé en quién están pensando…) y remodelarla de 'pe a pa' para vestirla de mexicanidad.

No fue solo fachada, no, la compañera María Esther, ordenó que todo evento oficial que se realizara debía ser de tipo mexicano. El nacionalismo a tope. En los banquetes oficiales no se ofrecían vinos sino aguas frescas: horchata, jamaica…y la música mexicana a todo volumen acompañaba los bailes folclóricos. Ella no utilizaba diseñadores de fama mundial sino vestía vestidos típicos, eso sí, igual de caros. De hecho, cuando falleció, fue amortajada con un traje de Tehuana.

Martha Chapa contó en su artículo A la compañera, mi compañera, María Esther, que ésta era ¡la señora de los huevos! y aunque lo hizo en relación a cómo contestaba cuando de puerta en puerta vendía los blanquillos producidos en su granja de San Jerónimo, aplicó perfecto durante su sexenato típico. Solicitó a las esposas de los funcionarios a que asistieran a los eventos vestidas con atuendos regionales y dicen que Carmen Romano, su sucesora, acudió a uno de ellos vestida de Charra.

No era pose, dicen, era auténtico amor por México, su cultura, sus artesanías, y sus ciudadanos… Tenía una visión social taaan comprometida al grado de obligar, porque las obligó, a las esposas de todos los políticos del país a participar en el programa de Voluntarias. No era de que si querían, era de a huevo, como los que por años vendió.

Beatriz Reyes Nevares, periodista de aquellos años y esposa de un alto funcionario, contó a María del Carmen Castañeda que una vez “fui a una colecta de la Cruz Roja donde ‘boteamos’ tres señoras y yo en una esquina. Hagan de cuenta que en las cuatro alcancías juntamos doscientos pesos, y la esposa del titular nos ofreció un banquete de Mayita que costó veinte mil en aquellos tiempos; eso a mí me parecía una farsa”.

—¿Le dijiste esto a la señora María Esther Zuno? La respuesta fue tajante: “¿Tú te hubieras atrevido? Yo no me atreví…”

Odiaba, con odio jarocho, la ostentación y la vanidad. No le gustaba nada, nadita, que las mujeres lucieran joyas costosas y los hombres relojes carísimos. Y no se quedaba callada, lo hacía notar y sentir.

Resulta que en la época echeverrista, la mexicanidad chovinista brotaba por el verbo de la pareja presidencial. Así, un 15 de septiembre tras la acostumbrada cena de gala, Doña María Esther, “la compañera”, pasó charola (unas cestas) entre los invitados especiales (obviamente, se encontraban Las Veinte, (¿cuántas de ellas?, al menos la mitad) bien emperifolladas, con sus mejores joyas, para estar a la altura de las esposas de secretarios y demás alcurnia política,) y les solicitó que se desprendieran de aquellas riquezas y las colocaran en las bandejas, que el pueblo de México se los agradecería…

(https://www.opinion51.com/claudia-perez-veinte-mujeres-echeverria/)

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@perezata

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