Por Claudia Pérez Atamoros
El invencible verano de Liliana. Cristina Rivera Garza. Un libro agotador, pero que alecciona, que desgarra también. Un feminicida en libertad. Autor entonces de un “crímen pasional”. Si no estás conmigo, te mato. Y te mato porque puedo. Te lo mereces.
El Pulitzer tras el Iberoamericano de Letras José Donoso y el premio Xavier Villaurrutia. Un reconocimiento más a su obra, a su pluma, a su enorme decir. Con una treintena de libros publicados en su haber. Con tésis de licenciatura, maestría y doctorado que tratan de desmenuzar sus formas, sus dichos, su estilo. Cristina Rivera Garza. Esta vez, la hermana.
Una escritura pulcra, doliente, con frases tan suyas como nuestras. Con preguntas tan duras como ciertas: “¿Se puede ser feliz mientras se vive en duelo?”, “¿Tengo derecho a degustar este queso fresco, esta flor de calabaza, esta salsa verde, esta salsa de chile de árbol?... se pregunta mientras está sentada en un restaurante tras un día desgarrador en el que incluso una secretaria de una fiscal que no estuvo, emite la mejor descripción de lo que es ese peregrinar: “azo mecha”.
La culpa. Presente ante la ausencia. La crudeza de seguir viva por la sencilla razón de no haber encontrado un feminicida en el camino. La culpa. “Uno siempre es un caballo corriendo por su vida”. La culpa. No haber tenido el dinero para “la mordida de rigor” que aquellos comandantes e investigadores solicitaron. La culpa, la compañera omnipresente en ella y en sus padres. ¿Qué fue lo que no vimos?
30 años después, la decisión. Nunca a destiempo. Por fin puede articular lo que quiere. Justicia. “Busco justicia”. Quiere que el culpable pague. Nunca lo encontraron. ¿Lo buscaron? Ángel Gonzalez Ramos el nombre del feminicida de Liliana, su hermana, su única hermana. La más pequeña.
El feminicidio de Liliana sucedió el 16 de julio de 1990. El invencible verano de Liliana es un viaje al interior de Cristina, alrededor de Liliana, una búsqueda, un homenaje y una crítica a un sistema patriarcal que no entiende que no entiende. Baste el ejemplo de lo sucedido con el escritor Garrido, quien durante la entrega del premio Villaurrutia se atrevió a opinar que para él faltó describir mayormente al feminicida.
No es un guión hollywoodense aunque sí una historia de terror y de profundo horror que en este país sucede a razón de 10 feminicidios diarios. 30 años después lo único que cambió es que desde 2012 se reconoce como lo que es, un feminicidio. Todo lo demás sigue más o menos igual. Ausencia de justicia. Revictimización de la víctima y la familia, como Cristina, “para siempre enrabiada”.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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