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Por Consuelo Sáizar de la Fuente

A Elena Poniatowska.

El 6 de marzo de 1980, Marguerite Yourcenar ingresó en París a la Academia Francesa, para convertirse en una “Inmortal”. Fue la primera mujer en irrumpir en el “club más cerrado del mundo” desde que fue fundado en 1635 por el Cardenal Richelieu. En su discurso, Yourcenar recriminó a los académicos el no haber admitido antes que a ella a ninguna mujer. Y terminó invocando a Madame de Staël, a George Sand y a Colette, “un grupo invisible de mujeres que hubieran debido, quizás, recibir mucho antes que yo este honor, hasta el punto de que me siento tentada a desaparecer para dejar pasar sus sombras”.

El 7 de mayo de 1985, Beatriz Ramírez de la Fuente ingresó en México a El Colegio Nacional, para convertirse en la primera mujer en ser admitida en ese espacio de solo hombres desde 1943, cuando fue fundado por el presidente Manuel Ávila Camacho. Antes de leer su discurso (titulado “El arte prehispánico y la educación”), escuchó decir a Antonio Gómez Robledo en su salutación:

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.