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Por Consuelo Sáizar de la Fuente

La próxima presidenta de México será una mujer. Una mujer de mi generación. Más allá de su importancia política se trata de un cambio cultural innegable. México está ya listo para un cambio de sensibilidad política, social y cultural. 

​Hoy, primer día de marzo, comienzan las campañas que concluirán con la elección más grande de la historia de México. Contienden por la presidencia dos candidatas y un candidato, aunque la tercera candidatura es meramente testimonial. Siete meses más tarde, Xóchitl Gálvez o Claudia Sheinbaum ostentarán sobre su pecho la banda tricolor, que hasta ahora sólo ha sido detentada por hombres. 

​Xóchitl y Claudia son contemporáneas, ambas nacieron en los años sesenta (Xóchitl en 1963, Claudia en 1962). La historia cultural del país, y más particularmente, la historia del feminismo, está por escribir sus mejores páginas. 

Xóchitl y Claudia han atestiguado los avances de su género en el último medio siglo. Ambas son beneficiarias de mujeres que rompieron los llamados techos cristal: Griselda Álvarez de Ponce de León, primera mujer gobernadora, en 1979; Rosa Luz Alegría, primera secretaria de Estado, en 1982; Rosario Ibarra de Piedra, primera candidata a la presidencia de México, también en 1982; Beatriz Ramírez de la Fuente, primera mujer en ingresar al Colegio Nacional, en 1985.

Ambas son coetáneas de Josefina Vázquez Mota, la primera titular de Educación y la primera candidata a la presidencia del Partido Acción Nacional, en 2012. Ambas son casi tres lustros más jóvenes que la primera mujer al frente de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, que se desempeñó en ese puesto de 2018 a 2021.

Xóchitl y Claudia son contemporáneas, pero sus biografías no podrían ser más distintas. 

Xóchitl combina el México profundo y el México que dialoga con el mundo: nació en un Tepatepec, Hidalgo, habla otomí, y fue la primera mexicana en ser reconocida por el Foro Económico de Davos como uno de los 100 líderes Globales del futuro. Claudia tuvo una educación urbana, y es ejemplo de la vocación de México como país pararefugiados.

​Xóchitl creció contribuyendo con su trabajo a los ingresos familiares, en tanto, Claudia tomaba clases de ballet y de idiomas. Xóchitl se tuvo que trasladar, desde su pueblo natal, a la ciudad de México para realizar sus estudios de ingeniería a nivel de licenciatura y maestría; Claudia hizo sus estudios básicos en la ciudad de México en colegios privados, y más tarde se graduó como física y como doctora en ingeniería en la UNAM, y en Berkeley, California.

​Ambas son madres de dos hijos, y las dos comenzaron su carrera política a principios de este siglo. Antes de ingresar a la arena pública, Xóchitl se desarrolló laboralmente en el ámbito privado, al frente de su propia empresa, en donde cosechó éxitos y premios; mientras que Claudia se desenvolvió en el ámbito académico, y como activista en el movimiento estudiantil de 1989, al lado de su entonces esposo Carlos Ímaz.

​Xóchitl es espontánea y cálida; Claudia es adusta e intimidante. Dos caracteres diametralmente opuestos: una, creativa y disruptiva; la otra, rígida y disciplinada. Mientras Xóchitl brinca de alegría a la menor provocación, Claudia a duras penas sonríe. Xóchitl ha hecho del ingenio su marca de identidad, Claudia parece sujeta a un guión perfectamente diseñado.

​Detrás de Xóchitl Gálvez está la sociedad civil, que fue quien la impulsó en su camino a la Presidencia de la república, al frente de una alianza tripartidista. El apoyo del presidente López Obrador fue determinante para que Claudia ganara la encuesta interna de Morena en una competencia entre cuatro “corcholatas”. Xóchitl construyó su plataforma, su mensaje y su equipo en menos de seis meses; Claudia, desde su puesto en el gobierno, elaboró mensajes y tejió alianzas durante casi seis años.

Xóchitl y Claudia, mujeres de excelencia, libran entre ellas una batalla política, pero ambas son conscientes de que al mismo tiempo están librando una apasionante batalla cultural contra siglos de atavismos de género. Claudia ofrece construir el segundo piso de un proyecto autoritario y regresivo en materia democrática; Xóchitl, de la mano de la ciudadanía, quiere edificar un México que ingrese de lleno a la modernidad afirmando la certeza democrática: sabe que la esperanza ya cambió de manos. 

​Hoy, comienzan las campañas que conducirán a una de las candidatas, de mi generación y de mi género, a la Presidencia de México. El 2 de junio acudiremos a las urnas la mayoría de los cerca de 100 millones de mexicanos que estamos registrados en el padrón del Instituto Nacional Electoral, sabiendo que es tiempo de definiciones, de elegir a quién mejor futuro ofrece.

​Mi voto será por la mejor mujer de mi generación, la más libre, la más cercana, la más humana, la que ha desafiado al destino, y la que sabe convocar a la esperanza, la que ofrece vida, verdad y libertad, la única que entiende que México requiere de una reingeniería total, y por la que está convencida que la reconciliación nacional debe darse a través de la cultura, sin miedo a nada.

Mi voto será por Xóchitl Gálvez

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@CSaizar

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