Por Cristina Gutiérrez
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El martes pasado, 4 de febrero, el presidente Donald Trump declaró que Estados Unidos debería tomar el control de Gaza y desplazar permanentemente a toda la población palestina del devastado enclave trasladando a sus más de dos millones de habitantes a países vecinos como Egipto y Jordania. Trump afirmó que Estados Unidos se hará cargo de la reconstrucción de la Franja de Gaza y la desarrollará económicamente para convertirla en la “Riviera de Medio Oriente”, como si se tratara de uno más de los proyectos inmobiliarios que caracterizaron el inicio de su carrera. El mandatario indicó que las personas que residen en Gaza han “vivido una existencia miserable” por lo que deberían abandonar su tierra, planteando esta seria amenaza como una oportunidad. También apuntó que la reubicación de los gazatíes debería ser financiada por los países ricos de la región para permitirles “vivir cómodos y en paz”.
Como era de esperarse, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha aplaudido la propuesta de Trump de que los palestinos abandonen la Franja de Gaza y la ha definido como “una idea extraordinaria”. Netanyahu calificó el plan de “notable” y al presidente Trump como “el mejor amigo de Israel”.
En contraste, la propuesta de Trump ha provocado indignación en Medio Oriente y la mayoría de los países occidentales, aliados de Estados Unidos, ha rechazado contundentemente la propuesta. La ONU ha declarado que cualquier desplazamiento forzoso de población está estrictamente prohibido por el derecho internacional y constituye un crimen de guerra. Por su parte, Amnistía Internacional afirmó que cualquier plan que contemple la deportación forzada de los palestinos en contra de su voluntad constituye un crimen en contra de la humanidad.
Por más inverosímil que parezca la propuesta de Trump de expulsar a los palestinos de Gaza y convertirla en un inmenso resort a orillas del Mediterráneo, la idea no es del todo original. Este plan existe desde hace tiempo y en mayo de 2024 el gobierno israelí lo llamó “Gaza 2035”, un proyecto basado en la limpieza étnica de su población originaria que transformaría la Franja de Gaza en una ciudad industrial de rascacielos, plantas solares y plataformas petrolíferas similar a Singapur o Abu Dhabi. La euforia de Netanyahu ante las recientes declaraciones de Trump evidencian que, con su propuesta, el presidente estadounidense estaría haciendo realidad el muy añorado sueño israelí de controlar Gaza, expulsar a su población y eventualmente anexarla como territorio de Israel o en su defecto, como pretende Trump, de Estados Unidos.
Los 15 meses de guerra de Israel en Gaza han tenido un impacto devastador sobre el territorio palestino. La intensa campaña de bombardeos y la invasión terrestre en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre de 2023 hasta el inicio de la primera fase del acuerdo de alto al fuego dejaron más de 47,000 palestinos muertos, en su mayoría mujeres y niños. Se estima que más del 90% de las unidades residenciales en Gaza han sido dañadas y el 60% de los hospitales han sido destruidos. Se han acumulado más de 50 millones de toneladas de escombros debido a la destrucción y podría llevarse hasta 20 años en limpiarlos. Es indudable que, al margen de que se respeten las siguientes etapas del acuerdo de alto al fuego, la recuperación de Gaza será larga y dolorosa. Sin embargo, con todo y sus carencias y escombros, Gaza pertenece a los palestinos y nadie en su sano juicio debería considerarlo de otra forma.
El desplazamiento forzado es limpieza étnica en su máxima expresión y un crimen de guerra según el derecho internacional. ¿Hasta dónde pueden llegar las ambiciones expansionistas de un megalómano? Estados Unidos ha apoyado desde el inicio el genocidio israelí en Gaza con millones de dólares en armamento y con su veto a todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que buscaban un alto al fuego antes de 2025. Eso de por sí es grave. Proponer llevar a cabo una limpieza étnica como una solución viable, además de ser ilegal va más allá de lo razonable.
Gaza no es un pedazo de tierra en venta para ser desarrollada con fines inmobiliarios. Gaza es parte de la identidad y el hogar ancestral de más de dos millones de palestinos que no pueden ser evacuados arbitrariamente y reubicados en países vecinos como cabezas de ganado. Alguien tendría que decirle al señor Trump que las vidas humanas no son monedas de cambio ni piezas que puedes mover en un tablero de ajedrez de acuerdo a tu antojo y conveniencia. La ambición tiene sus límites y este es uno que no se les puede permitir cruzar. La comunidad internacional tiene que actuar para impedir que se lleve a cabo este irracional proyecto de limpieza étnica. De lo contrario, serán cómplices de un crimen de guerra que, más allá de sus implicaciones legales y éticas, pondría en riesgo la de por sí frágil estabilidad de la región y desgraciadamente cuando nos demos cuenta de las repercusiones no habrá vuelta atrás.
*Licenciada en Comercio Internacional por el Tecnológico de Monterrey. Experiencia en áreas de logística y comercio exterior. Escribe sobre el conflicto palestino-israelí y la situación en los territorios palestinos ocupados.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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