Por Cristina Gutiérrez
El día de ayer, 7 de octubre de 2024, se cumplió un año desde los atroces ataques de Hamás que dejaron más de 1,200 muertos y 250 personas fueron secuestradas en el sur de Israel. También se cumple un año desde el inicio de la ofensiva militar israelí en Gaza que ha causado la muerte de más de 41,500 palestinos, en su mayoría mujeres y niños y el desplazamiento forzoso de aproximadamente 2 millones de personas dentro de la Franja de Gaza.
A lo largo de este año Israel ha llevado a cabo una serie de ataques aéreos y terrestres con consecuencias devastadoras para la población palestina. Israel ha destruido aldeas completas, ha dañado casi en su totalidad la infraestructura de salud y ha acabado con los suministros de alimentos, agua y combustible de la Franja de Gaza. La privación de alimentos a la población en Gaza se ha utilizado desde el inicio de la guerra como un castigo colectivo e indiscriminado que busca utilizar el hambre como un arma de guerra; según el Banco Mundial, más de la mitad de la población gazatí está al borde de la hambruna. La escasez de agua es otro de los principales riesgos para la población en Gaza, según la FAO, el suministro de agua está al 7% de los niveles anteriores al 7 de octubre de 2023 y el 70% de los pozos de agua han sido destruidos.
Un comité de la ONU estima que desde el 7 de octubre, a raíz de los ataques indiscriminados y desproporcionados de Israel, en la Franja de Gaza han muerto alrededor de 17,000 niños, al menos un millón han sido desplazados, 21,000 están desaparecidos, 20,000 han perdido a uno o ambos padres y 17,000 se encuentran solos o separados de sus familias. Decenas de niños han muerto por desnutrición y al menos 3,500 están en riesgo de muerte por falta de alimentos y agua potable. El daño psicológico que esta guerra ha causado a los niños de Gaza tendrá repercusiones inimaginables que difícilmente lograrán superar.
Se estima que cerca del 70% de los edificios y viviendas en Gaza han sido dañados por los bombardeos israelíes, con gran parte de ellos reducidos a escombros. Los ataques han acabado con refugios, escuelas y hospitales en repetidas ocasiones, incluidas instalaciones de la ONU, y el 85% de la infraestructura sanitaria ha sido destruida. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), al 19 de agosto al menos 207 trabajadores humanitarios y 885 trabajadores de la salud habían muerto en Gaza a manos de Israel, incluidos siete voluntarios de la ONG World Central Kitchen que fueron asesinados mientras trataban de hacer llegar comida a la población palestina. Además, al menos 175 periodistas han sido asesinados en Gaza desde el inicio del conflicto.
Por su parte, desde el 7 de octubre, más de 650 personas -incluyendo 147 niños- han muerto en Cisjordania a manos de colonos y soldados israelíes. El ejército israelí ha llevado a cabo varias incursiones terrestres y aéreas en campos de refugiados y ciudades de este territorio palestino ocupado y la violencia de los colonos israelíes contra la población palestina es cada vez mayor.
Los intentos de poner fin a la guerra en Gaza no han sido pocos y el Consejo de Seguridad de la ONU ya ha aprobado un proyecto de resolución pidiendo un alto al fuego inmediato en Gaza el cual no fue acatado por Israel. En diversos países las protestas y manifestaciones civiles a favor de un alto al fuego han contrastado con el silencio de los gobiernos más poderosos e influyentes que, lejos de detener esta crisis humanitaria, han seguido suministrando armamento y apoyo económico a Israel. Con los últimos ataques de Israel a Hezbolá en Líbano, el conflicto está adquiriendo un carácter cada vez más amplio a nivel regional y el cese al fuego en Gaza se ve cada vez más lejano. Es imperativo que la comunidad internacional actúe para detener este conflicto que cada vez adquiere más tintes de genocidio; un castigo colectivo contra los más de dos millones de palestinos que todavía viven en Gaza, de los cuales más del 40% son niños. No podemos permitir que esto continúe, el silencio y la inacción en este caso pueden llegar a ser la vergüenza más grande de la humanidad.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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