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Por Cristina Gutiérrez

El 7 de octubre de 2023 marca el inicio de la más reciente guerra de Israel en los territorios palestinos. Desde entonces, Gaza ha sufrido una intensa campaña de bombardeos y ataques terrestres que ha dejado más de 47,000 palestinos muertos, una devastación de enormes proporciones en su infraestructura y sistema sanitario y una crisis humanitaria abrumadora que afecta a las más de dos millones de personas que residen ahí. Sin embargo, poco se habla de los ataques y abusos sistemáticos que ha sufrido la población palestina de Cisjordania en estos dieciséis meses.


Cisjordania, así como Jerusalén Oriental, está bajo ocupación israelí desde 1967, como resultado de la Guerra de los Seis Días. Desde entonces, el control de Israel sobre las vidas de los tres millones de palestinos que viven ahí se ha ido intensificando. Miles de palestinos han sido expulsados de sus tierras para construir asentamientos para civiles israelíes, los cuales son considerados ilegales por la ONU y la Corte Internacional de Justicia. Más de 600,000 colonos israelíes viven en unos 140 asentamientos desde el inicio de la ocupación y son considerados el principal obstáculo para la creación de un Estado palestino. Además, la libertad de movimiento de los palestinos se ve restringida por cientos de puestos de control a lo largo de toda Cisjordania. 


Desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, las fuerzas israelíes y los colonos han aumentado el uso de la violencia extrema contra los palestinos de la Cisjordania ocupada. Según la organización Médicos Sin Fronteras, al menos 870 palestinos han muerto y más de 7,100 han resultado heridos en este periodo.  De acuerdo a un reporte de esta organización, la escalada de violencia en Cisjordania ha obstaculizado gravemente el acceso a la atención sanitaria y “forma parte de un patrón de opresión sistemática por parte de Israel que la Corte Internacional de Justicia ha descrito como segregación racial y apartheid”. 

El 21 de enero, poco después de la entrada en vigor de la primera fase del acuerdo de alto al fuego en Gaza, Israel inició una operación militar a gran escala en el campo de refugiados de Jenin, en Cisjordania. Desde entonces la ofensiva israelí se ha extendido a otros campos de refugiados, muchos de ellos construidos para acoger a palestinos desplazados tras la creación del Estado de Israel en 1948. La última ofensiva incluyó bombardeos y ataques terrestres, dejando miles de viviendas destruidas, expulsiones masivas, muertes y detenciones.  La ONU estima que más de 40,000 palestinos han sido forzosamente desplazados como resultado de estos ataques.

A la par de los ataques del ejército israelí, los colonos han intensificado la violencia contra los palestinos en Cisjordania. Respaldados por una evidente impunidad, los colonos israelíes llevan a cabo agresiones físicas mortales, daños a la propiedad e incendios provocados contra viviendas, campos de cultivo y vehículos palestinos. Muchas de estas agresiones ocurren frente a los soldados israelíes, quienes, en un descarado acto de complicidad, simplemente observan y se abstienen de intervenir para evitar los crímenes. 

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