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Por Cynthia Dávalos

Imagina un mundo donde su destino estuviera en manos de unos diminutos chips, más pequeños que una moneda. No es ciencia ficción: en 2025, la batalla entre Estados Unidos y China por la inteligencia artificial (IA) y los semiconductores es el nuevo tablero de ajedrez global. Más que una carrera tecnológica, es un duelo de poder, miedo y visiones opuestas del futuro. ¿Qué hay en juego? Nada menos que la economía, la seguridad y el mundo que heredaremos.

La obsesión de Estados Unidos con frenar a China es una cuestión de supervivencia estratégica. Washington no solo ve a Pekín como un competidor económico, sino como una amenaza a su dominio global y seguridad nacional. 

El corazón y el cerebro del poder.

Los semiconductores son el corazón de todo lo que usas: tu celular, el GPS de tu coche, hasta los misiles que nadie quiere ver en acción. La IA, por su parte, es el cerebro que los hace pensar. Juntos, son la clave de la supremacía tecnológica. Y Estados Unidos, que lleva décadas reinando en Silicon Valley, no está dispuesto a ceder el trono.

China estaba rezagada: mientras Mao impulsaba la Revolución Cultural en los 60, la ciencia quedaba en segundo plano. Pero todo cambió con Deng Xiaoping en los 80, cuando China empezó a modernizarse a pasos agigantados. 

El plan “Made in China 2025”, lanzado en 2015, lanzó un desafío claro: ser la potencia tecnológica para 2049, cuando la República Popular cumpla un siglo. Para Washington, eso fue como encender una alarma de incendio.

Un juego de riesgos altos

El tablero tiene un punto crítico: Taiwán. Según la Semiconductor Industry Association, produce el 90% de los chips más avanzados del mundo. China la reclama como suya, y EE.UU. teme que un movimiento en falso ya sea político o militar corte el suministro global. ¿El resultado? Una economía en jaque, desde fábricas paradas hasta iPhones imposibles de fabricar.

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