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Por Daniela Clavijo

Hace unos días, una periodista a quien admiro me preguntó si alguna vez imaginé que cambiaría de profesión y me convertiría en una emprendedora. “No, jamás”, le dije sin dudar. La verdad es que ni de broma pensé que algún día dejaría de editar textos y revistas de negocios para experimentar en carne propia lo que me contaron muchos emprendedores en entrevistas periodísticas: crear un modelo de negocios, entender de finanzas, hacer cobranza, calcular el flujo de efectivo, establecer los procesos de la operación, retener al talento (y dejarlo ir a tiempo sin que te duela el corazón) y hasta lidiar con personas difíciles.

Lo que pasa es que, a menos que siempre te hayas visualizado teniendo un negocio o cambiando el mundo con un servicio o producto revolucionario que se venda solo, emprender es una decisión que muchas veces surge como el único camino que te quedó tras múltiples factores de vida que van desde el despido del trabajo de tus sueños, hasta la detección de una oportunidad de negocios que no quieres dejar pasar.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.