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Por Diana J. Torres
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Estuve un par de días cuidando de una sobrinita putativa que tengo (es hija de una amiga a la que considero hermana). Al salir de la escuela decidimos irnos a echar la patinada a La Alameda, que era un plan que teníamos pendiente de hace un buen. Y apenas cuando íbamos llegando a Bellas Artes nos topamos con el desmadre de las vallas metálicas, estas horribles que de tan rayadas que están ya parecen muro de Berlín… Y, Ámbar, que así se llama esta compita, me dice “¿tú sabes para qué ponen esto?”. Yo ya estaba tratando de elaborar una respuesta que no fuera muy punk ni muy incendiaria, pues a pesar de que la criatura ha crecido al lado de una mamá feminista, solo tiene 10 años. Luego recordé que ella en realidad, la mayoría de las veces que hace una pregunta, ya sabe la respuesta y únicamente estaba esperando cortésmente a que yo pasara turno. “Es porque le tienen miedo a las feministas”, me respondió sin darme más chance de pensar.

Ahí estaban, dos días antes de la marcha, un montón de hombres y mujeres arrastrando por el piso esas madres pesadísimas, seguro cobrando un salario de mierda y ultraprecarizado, mientras nosotras presenciábamos el show de la instalación de esa frontera metafórica y muy reveladora entre el Estado asesino y lxs morrillxs feministas con sus pintas.

Aprovechábamos la patinada para filosofar sobre su respuesta, que por otro lado, me hizo sentir bastante orgullosa de ella. Bueno, perdón, elle, porque desde hace unos meses se ha declarado no binarie. Ciertamente el miedo está cambiando de bando, le dije, pues aunque aún dan bastante pánico las barbaridades que hace el sistema con las mujeres y todo aquello que no sea un macho cishetero, ya no somos las únicas acongojadas de la historia, y sí, efectivamente nos tienen miedo.

Se supone que la excusa para vallar Bellas Artes, Correos, y otras partes de la ciudad es que así se aminora el daño causado por la pintura a los edificios y esculturas, pero según mi punto de vista tiene mucho más de intimidatorio (recordemos que detrás de esas planchas de metal que son como barricadas se aposentan cuerpos de seguridad, militares y hasta piquetes) que de un interés real por el patrimonio artístico e histórico de la ciudad.

Y bueno, más allá de lo que sucede en las marchas, no solo en la de Ciudad de México sino en todas las que se convocan a lo largo y ancho del planeta, de lo que sí estoy segura es que kilómetros de muralla patriarcal no podrán detener una lucha que ya no es la de cuatro lesbianas locas, sino la de millones de personas que sencillamente no vamos a parar hasta que el respeto a nuestras vidas se haga costumbre.

Después la conversación derivó en cosas de otakus, botánica y de cuánto queríamos comer un pedazo de pizza. Y de la mano de este niñe libre me di cuenta de que ahora sí el feminismo no tiene vuelta atrás, estamos ganando, por fin. ¿Aterrador, verdad?

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@Pornoterrorista

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